Bernardo Bertolucci lleva 40 años haciendo pelis y es curioso que ahora que es un anciano nos hable de la adolescencia.
Lorenzo, el raro del instituto, prefiere encerrarse en un sótano que ir a esquiar en la Semana Blanca. Verá pelis en el portátil, leerá libros de vampiros… Vamos, un planazo.
Su tranquilidad se ve truncada cuando aparece su hermana que busca refugio para pasar la abstinencia a la heroína.
Los dos hermanos, solo de padre, se tienen que soportar y aunque parezca paradógico, sin moverse del sótano realizan un viaje que les lleva a entenderse y a quererse.
Las aspiraciones de Bertolucci son hacer una peli pequeña que cuente una historia sencilla con muy escasos medios. No hay intención de grandes reflexiones ni de generalizar. Es lo concreto, lo personal lo que interesa.
Tal vez la simplicidad de la historia y el ambiente oscuro del sótano no contribuyen a recrear un relato divertido pero hay la suficiente fuerza emocional como mantener la atención del espectador.
Javier Bardem se ha trasmutado en una caricatura, su actuación es excesiva, como ya viene siendo habitual.
Brad Pitt, como el resto de los personajes, va despistado por la peli.
Cameron Diaz interpreta el rol de una mujer fatal y está arroladora, aunque da bastante miedo. A mí verla en pantalla me intimida, no quiero imaginar en la vida real. Impresionante cuando se beneficia a un descapotable (raro-raro). Es lo mejor (o lo único bueno) de la peli.
Con un buen director y unos actores estupendos se puede hacer una caga… como ésta. ¡Ay el guión! ¡Qué importante es el guión!
Este movimiento artístico surge cuando muchos de los críticos y escritores de la revista especializada “Cahiers du Cinéma” (Cuadernos de Cine) -fundada en 1951 por André Bazin– deciden incurrir en la dirección de filmes hacia finales de los años cincuenta, tras haber desempeñado la profesión de guionistas durante los años precedentes. Tales son los casos de François Truffaut, Jean-Luc
Reveo esta peli después de que se mencionara en la última sesión de coloquio del Club amigos del Cine.
La primera vez que la visioné fue en la transición en un cine de Arte y Ensayo, muy posiblemente en el cine Eliseo en Zaragoza. Años más tarde, en los ochenta, la vi en la ahora denostada televisión pública en la Dos en un ciclo dedicado a su director.
Si soy capaz de recordar estos datos es porque desde la primera vez me subyugó y por eso se quedó impreso su recuerdo para siempre. La hemos visto en casa varias veces más.
François Truffaut nos presenta de manera descarnada, realista pero para nada sentimentaloide la vida de Antoine Doinel, personaje mítico de la historia del cine.
Es imposible no empatizar con Antoine. Niño malquerido, no deseado, castigado por un profesor intransigente y abandonado por unos padres egoístas e intolerantes incapaces de preguntar a su hijo el porqué.
Antoine es un niño travieso, inquieto, pero en él no hay en absoluto maldad.
Despierta una ternura y una compasión inmensas. Pero es un muchacho fuerte y decidido con una claridad de ideas asombrosa y con un espíritu de lucha admirable, aunque destila candidez.
Detrás de las peripecias de su protagonista está el retrato social de una época.
Antoine Doinel me sacaría a mí 10 o 12 años. Su entorno en los cincuenta en Francia me parecen equivalentes a los sesenta en España. Las calles, los abrigos, las clases me resultan familiares. Tal vez la disciplina en mi época era mayor por ese universo gris de franquismo y nacionalcatolicismo que lo impregnaba todo. La ausencia de símbolos religiosos en la vida de Antoine Doinel es una gran diferencia.
François Truffaut rueda con extraordinario vigor, como buen conocedor de la técnica y del lenguaje del cine. Usa planos cenitales, travelings, planos-secuencia, todo con elegancia y saber hacer. Los primeros planos son escasos y medidos, recurso que detesto y que ahora se usa en exceso.
Rodar en exteriores, en ambientes reales fue muy usado por los cineastas de la Nouvelle vague. Para evitar cargar con voluminosos equipos de sonido estas escenas se rodaban sin ruido ambiental que luego se añadía en el montaje.
El título de la película proviene de la expresión francesa “faire les quatre cents golpes” que significa “vivir una vida salvaje”, como lo hace el personaje principal. La traducción literal de la expresión sería “hacer los 400 trucos sucios”.
Todos los jóvenes actores que, sin éxito, audicionó Truffaut, para el papel de Antoine fueron utilizados en las escenas del colegio.
François Truffaut hace una pequeña aparición en la película. Acompaña a Antoine en la atracción de feria y después se le ve fumando un cigarrillo en la calle.
La interpretación de Jean-Pierre Léaud es prodigiosa. Truffaut tardó mucho tiempo en encontrar al actor adecuado.
Si consigo el resto de las pelis de la saga de Antoine Doinel las veré.
Os pongo al final un vídeo con una versión del tema de Luis Eduardo Aute de Cine, cine más cine por favor. Una canción maravillosa.
Zoomwooz es una experiencia escénica concebida como cine en directo.
Acudimos a verla a la Casa de la Cultura de Azuqueca de Henares dentro del Certamen de Teatro Espiga de Oro.
Desde el comienzo quedé sorprendido, pero lo que se me ofrecía no me interesaba en absoluto y mucho menos me divertía.
Tuve la tentación de abandonar la sala pero me contuve.
Música turbadora e insoportable e imágenes que me no atraían.
Afortunadamente después de cuarenta minutos de tedio absoluto terminó el espectáculo. El público aplaudió.
A Elena tampoco le había gustado. Había aplaudido por educación. Es que Elena es superbuena y muy considerada.
Mi asombro era mayúsculo al ver que personas inteligentes que conozco sobradamente habían aplaudido.
Antes de salir de la sala comentamos con nuestro amigo Pablo. A él le había gustado.
Admiro y envidio a las personas que saben encontrar valores positivos en algo que a mí me ha parecido insoportable.
Que quede bien claro que no tengo nada contra Karla Kracht y Andrés Beladiez (dramaturgo alcarreño de prestigio) a los que pido perdón por no haber sido capaz de disfrutar, ni apreciar su obra.