Me gusta acudir todos los años a la Muestra de Teatro Espiga de Oro. Siempre te encuentras con amigos y conocidos.
La función comienza en un escenario con una especie de andamios, los actores vestidos elegantemente de negro, con un aspecto actual y oyendo música disco.
La cosa se presentaba mal. Nada bueno se podía esperar.
Pero comienzan a recitar los versos de Lope de Vega y el poder de ese texto es tan grande que da igual la escenografía o el vestuario inadecuados.
Los actores declaman bien y resulta una obra divertida.
Maravillosa la forma en que Lope de Vega combina tragedia y comedia.
El tema central de El Caballero de Olmedo es la envidia que es la que desencadena el drama de fatales consecuencias.
He pasado un rato estupendo con Don Alonso, Doña Inés, Doña Leonor, Don Rodrigo, Fabia y Tello.
Cesc Gay en su trayectoria nos ha presentado un cine sencillo, desprovisto de artificios formales, que evita manipular al espectador tratándolo con respeto.
Su cine puede parecer vacío de sentimientos, porque no usa la música como elemento provocador, porque presenta situaciones simples (aparentemente) donde no hay estridencias, ni grandes momentos.
Todo esto lo cumple en Truman.
La historia de estos dos amigos que se reencuentran, tal vez, por última vez es pura tragedia, pero como la vida, el relato está salpicado de momentos de humor que desdramatizan y quitan solemnidad.
Todos terminamos falleciendo. No conocer el momento nos hace vivir el presente con más o menos alegría. “La ignorancia produce cierta felicidad”.
Saber que tu vida estará acabada en unos meses puede causar tristeza en ti y en los que te rodean.
Pocas pelis se han hecho sobre este tema y de éstas la mayoría son presentadas como tragedias.
Cesc Gay vuelve a saber encontrar un tono ligero lleno de emociones, pero sin subrayados.
Nunca he ocultado mi devoción por Darín y Cámara, el mejor actor mundial y uno de los mejores españoles.
Esta peli confirma lo magníficos actores que son.
Darín inmenso, ejerciendo de argentino locuaz, intenso, soberbio.
Cámara contenido, con su mirada expresa más que si hablara, inmenso.
Solo por ver sus interpretaciones merece pagar la entrada.
En 2010 Agustí Villaronga se llevó una ristra de Goyas con su película Pan negro.
Entonces no me convenció y ahora tampoco.
La peli que se nos presenta es sumamente desagradable.
Las abundantes escenas de sexo son de lo menos estimulantes.
Mi madre siempre ha mantenido que no le gustan las pelis pobres, que para miserias las que padeció de niña.
Esta peli la detestaría.
Todos los personajes salen perpetuamente sucios y los ambientes que se nos presentan no son mucho mejores.
El guión parte de una premisa que no me convence para nada.
Se supone que este jovencito, magníficamente dotado, posee un encanto que le hace ser irresistible a todas las mujeres que se le cruzan.
Yo el encanto no se lo veo por ninguna parte. Este Rey de la Habana de baratillo es un ignorante, un inadaptado social, un machista, en definitiva un ser despreciable que a nadie puede gustar, lo peor de todo es que se cree la leche y es un mierda.
Este es principal defecto de la peli que persigue a su protagonista con el que somos incapaces de enfatizar.
La sucesión de escenas, a cual más detestable, componen un relato inconexo que no sirve ni de retrato social ni personal.
Porque la zafiedad de la narración es tal que te impide conectar.
Una peli fallida, sin una clara finalidad y profundamente desagradable.
En un lugar remoto de Chile hay una casa de recogimiento donde sacerdotes penan sus pecados.
Una monja hace, según ella misma afirma, de carcelera.
Hay un anciano con signos de demencia, un capellán militar encubridor de delitos contra la humanidad, un traficante de niños, un pederasta…
La armonía se rompe cuando uno de los nuevos hombres de Dios se suicida.
Acude un sacerdote psicólogo a investigar los hechos.
Pero hay un personaje más, un alcohólico que ronda la casa y ejerce como de sucia y deformada conciencia de los residentes.
Poco antes de empezar la peli se sentó junto a mí un antiguo conocido.
La palabra conocido encaja fenomenal. Por lo poco que lo conocía sabía que este tipo de películas no encaja para nada en su personalidad. Cuando tan apenas llevábamos diez minutos de proyección, me dijo que se iba, que esto no era para él.
Se había metido sin saber nada, tal vez seducido por el título y más bien pensando en Puticlub, supongo.
Esta peli no es para todos los públicos ni para todos los estómagos.
Se nos cuenta lo más podrido de la Iglesia Católica y como esta institución intenta esconder los hechos e impedir que la justicia humana intervenga.
Por encima de todo está el bien de la Iglesia como afirma el inspector enviado a esa casa llena de miserias y de orgullo.
Para que el sacramento de la penitencia tenga efecto son necesarios los siguientes requisitos:
Dolor de los pecados.
Tal vez todos los residentes sintieran remordimientos, pero intentaban justificar sus actos y no reconocerlos.
Propósito de la enmienda.
Por sus declaraciones parecían poco arrepentidos.
Decir los pecados al confesor.
Todos maquillan los delitos cometidos, o incluso los niegan.
Cumplir la penitencia.
Esto parece al final de la peli que sí lo van a realizar.
Pero desde luego ninguno reunía todos los requisitos. Ninguno se merecía el perdón, pero todos lo suponían, lo esperaban.
La penitencia que al final de la peli se les impone es tremenda: convivir con sus remordimientos.
El club es una peli descarnada, sucia, desagradable, incómoda, que destapa la podredumbre humana, de unas personas que se han librado de la justicia humana y que confían en la Misericordia Divina.