Vi en mi infancia el relato épico de Antonio Román de 1945.
Me impresionó.
De hecho aún la recuerdo y eso que no la he vuelto a ver.
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Salvador Calvo, especialista en series de tele, nos ofrece un relato de factura técnica correcta que cabalga entre el heroísmo, la obstinación y la locura.
Inicialmente me impresiona falto de ritmo, lastrado por una narrativa torpe, pero la peli gana en su final.
Cuando la historia se vuelve trágica, cuando ya no hay heroísmo, sino el sinsentido como norte, es cuando la historia crece y alcanza paradógicamente sus mejores momentos.
El teniente Tosar empeñado en no rendirse, capaz de asesinar a sus soldados mientras duermen por aplicar el reglamento de campaña, es el paradigma de la sin sazón de la guerra.
Soldados y mandos que luchan en una batalla que se resolvió económicamente por unos políticos, que abandonaron las colonias y a los soldados y funcionarios, colmando el deshonor.
Porque ni siquiera supieron ceder la soberanía de sus territorios de ultramar (Cuba, Puerto rico y Filipinas) a sus habitantes sino que los vendieron al nuevo imperio americano.
Eso se refleja correctamente al final de la peli, edificándose un relato de derrota moral, de crisis, donde quienes tienen el comportamiento más noble son los luchadores filipinos.
Por cierto en la peli aparece la enfermedad del Beriberi, que se debe a déficit de vitamina B1, tiamina o aneurina.
El llamado Beriberi húmedo cursa con insuficiencia cardiaca, por lo que los enfermos presentan edemas maleolares y en los pies, cuestión que se refleja bien en la peli.
Carlos Hipólito interpreta a un médico militar bastante competente.
Hay mucha diferencia entre las actuaciones de los jóvenes actores y los veteranos. ¿Adivina cuáles son los mejores?
Para mí Javier Gutiérrez, componiendo un personaje de perro viejo, que se las sabe todas, un suboficial que busca la muerte y el honor, del que carece absolutamente.
Cesc Gay en su trayectoria nos ha presentado un cine sencillo, desprovisto de artificios formales, que evita manipular al espectador tratándolo con respeto.
Su cine puede parecer vacío de sentimientos, porque no usa la música como elemento provocador, porque presenta situaciones simples (aparentemente) donde no hay estridencias, ni grandes momentos.
Todo esto lo cumple en Truman.
La historia de estos dos amigos que se reencuentran, tal vez, por última vez es pura tragedia, pero como la vida, el relato está salpicado de momentos de humor que desdramatizan y quitan solemnidad.
Todos terminamos falleciendo. No conocer el momento nos hace vivir el presente con más o menos alegría. “La ignorancia produce cierta felicidad”.
Saber que tu vida estará acabada en unos meses puede causar tristeza en ti y en los que te rodean.
Pocas pelis se han hecho sobre este tema y de éstas la mayoría son presentadas como tragedias.
Cesc Gay vuelve a saber encontrar un tono ligero lleno de emociones, pero sin subrayados.
Nunca he ocultado mi devoción por Darín y Cámara, el mejor actor mundial y uno de los mejores españoles.
Esta peli confirma lo magníficos actores que son.
Darín inmenso, ejerciendo de argentino locuaz, intenso, soberbio.
Cámara contenido, con su mirada expresa más que si hablara, inmenso.
Solo por ver sus interpretaciones merece pagar la entrada.