Claro está que le interesa la historia reciente de España.
Hemos paseado por la Expo de Sevilla, la Transición y con ésta por la corrupción en la época de González.
El hombre de las mil caras funciona bien como relato periodístico de esa fuga del Director de la Guardia Civil.
Una trama que no termina de cerrar la historia dejando resquicios para las dudas.
Toda la peli está impregnada de un aire socarrón, con un fino humor subterráneo que me produjo alguna carcajada que nadie del público, que medio llenaba la sala, acompañó.
Varios factores lastran esta peli que no termina de ser redonda.
Por un lado la machacona voz en off que insiste en explicar lo que ya observamos, la mayor parte de las veces innecesaria.
Por otro la interpretación de Carlos Santos como Luis Roldán que no resulta convincente.
Es difícil meterse en la piel de un personaje que tenemos tan visto y que todos recordamos, tal vez esa sea la mayor dificultad que impide que identifiquemos el actor con el personaje.
En cambio Luis Callejo está soberbio metido en la piel de un Juan Alberto Belloch que parece el de verdad. Muy gracioso que le llamaran el cochero de Drácula, lo cierto es que lo parece.
No deja de impresionarme lo buen actor que es Eduard Fernández.
El Paesa que interpreta es un fullero, un timador de altos vuelos, un producto típicamente hispano. Un pillo listo que se llevó una pasta.
Raúl conocía a la gente chunga de su ciudad y no quería acabar mal.
Pretendía ser actor y cuando estudiaba en la academia de Cristina Rota le ofrecieron el papel de Carlos en la serie Compañeros.
En el 2002 dio el salto al cine con Joaquín Oristrell, Los abajo firmantes, junto a Javier Cámara, Fernando Guillén y María y Juan Diego Botto.
Luego hizo una peli con Manuel Gómez Perira, Cosas que hacen que la vida valga la pena.
Pasó por varias series de televisión, Hospital Central, Cuéntame cómo pasó, Aída o Motivos personales.
En 2006, le llegaría uno de los papeles más importantes que ha interpretado hasta la fecha, el de Israel en la exitosa ópera prima de Daniel Sánchez Arévalo, AzulOscuroCasiNegro, junto a Quim Gutiérrez, Marta Etura y Antonio de la Torre entre otros.
Tal vez, ya estaba pensando en dirigir una peli que podría interpretar su nuevo amigo Antoñito de la Torre.
Su trabajo en esta producción le valió el Premio de la Unión de Actores al mejor actor revelación.
Banderas le eligió para participar en, la fallida e incomprendida, El camino de los ingleses en 2006.
Sigue haciendo cortos y pelis
En 2007 interviene en Siete mesas de billar francés dirigida por Gracia Querejeta.
Luego 8 citas, bajo la dirección de Peris Romano y Rodrigo Sorogoyen.
Después Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda, junto a Maribel Verdú, de nuevo.
Ya entonces había comenzado a escribir un guión.
Quería hacer un thriller.
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A su amigo Luis Callejo le había reservado un personaje.
Se lo dice mientras ruedan en 2007, El patio de mi cárcel de Belén Macías.
Daniel Sánchez Arévalo le da el papel de Álex en Gordos y se lleva el Goya al mejor actor de reparto.
En 2011 estrena, la sobrevalorada, Primos como el primo Julián, junto a Quim Gutiérrez y Adrián Lastra.
Entre peli y serie va haciendo teatro, con una cierta vocación alternativa.
Su idea va madurando.
Colabora en el guión su colega David Pulido.
Ya tenía a de la Torre y a Callejo elegidos. Los personajes eran para estos actores.
Si le faltaba afianzarse como actor su intervención en La isla mínima de Alberto Rodríguez despeja cualquier duda. Le da la réplica el inconmensurable Javier Gutiérrez.
Sabia decisión rodar en su Móstoles natal y en Martín Muñoz de las Posadas, localidad segoviana donde su familia tiene casa.
Es inteligente hablar de lo que se sabe, de lo que se conoce.
Como todo proyecto cinematográfico español actual ha sido un calvario llevarlo a cabo. Menos mal que contó con la productora Beatriz Bodegas y la tele pública.
Raúl Arévalo ha realizado su peli pensando en mí.
Tal vez él ni siquiera lo sospeche, pero cuando decidió hacer un thriller sucio, castizo, típicamente español estaba pensando en agradarme, en hacer el cine que a mí me gusta.
Cuando diseñó los personajes y eligió a los actores, pensaba en que me iban a entusiasmar.
Estaba convencido que José y Curro, salidos de la realidad, compañeros obligados de viaje, de diferente estrato social, pero con vidas marcadas por la desgracia, me iban a subyugar.
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Que la infinita Ruth Díaz, me iba a enamorar.
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Sabía como complacerme en todo.
Sin artificios ni trucos de guión, con una historia lineal, magníficamente contada en la que trata al espectador como adulto, capaz de deducir, de suponer, de averiguar el fondo de una historia de venganza y de rencor cocinado a fuego lento, con el combustible del dolor y de la amargura.
Sabía que la sobriedad formal me encantaría, que esa capacidad de síntesis, de concentrar una historia en 92 minutos me agradaría.
Arévalo emplea hora y media en contar lo que Tarantino tardaría tres.
Sabía lo que me cautivaría ver a Manolo Solo (Santi, el Triana) hacer de quinqui afónico y fullero, después de haberle visto de Juez Ruz en B de David Ilundain. ¡Qué maravilla!
Sabía que me interesaría cada escena, cada detalle… El atraco rodado desde el coche, José pidiendo un café a Ana en el bar de Juanjo y así una secuencia tras otra.
Por hacer el cine que a mí me entusiasma, te doy las gracias. De verdad, Raúl.