Gente en sitios es un largo (aunque solo dura 83 minutos) realizado a base de empalmar cortos que la mayoría no tienen nada en común. Han colaborado un montón de actores conocidos.
A mí me despertó cierta inquietud. Los hay bastante desasosegantes, pero otros son francamente divertidos.
Unos ladrones entran a una casa y la ven tan sucia que se ponen a limpiar.
Coque Malla busca en una chatarrería un regalo para su esposa, un delco por ejemplo, mientras reflexiona sobre la vida actual…
Lógicamente resulta irregular en su visionado. Gana al cabo de los días cuando superada la digestión lo encuentras más energético de lo que suponías.
Puede volverse en obra de culto conforme pasen los años. Es posible que dentro de dos lustros sea estudiada para comprender la vida en 2013, el año en el que empezamos a salir de la crisis según Montoro.
El trailer echaba para tras a cualquiera y desde luego a mí. Pero alguien (traicioneramente) me dijo que no estaba mal (no lo olvidaré).
El director y también guionista (como en todas sus películas) nos presenta una situación absurda con tres personajes penosos.
El personaje de Adrián Lastra es especialmente insoportable. Dan ganas de coger una recortada y terminar con su sufrimiento y el mío. Tal vez me haya pasado. Por ser más diplomático: lo suprimiría del guión.
No hay nada más penoso que pretender ser gracioso y no conseguirlo. Yo de esto sé mucho por experiencia personal.
A los personajes de esta falsa comedia les pasa eso exactamente.
Los únicos que se libran del ridículo son Raúl Arévalo y Antonio de la Torre. Los dos eficaces, intentan mantener el tipo, a duras penas, en situaciones inverosímiles que provocan vergüenza ajena.
La chicas (Clara Lago y Inma Cuesta), en cambio, están estupendas y dentro de lo que permite el guión lo hacen lo mejor que pueden.
Las escenas absurdas se suceden sin orden ni concierto. Sin ritmo, con tedio. Todo muy penoso.
Hasta el número musical es horroroso.
Pero al final me compadecí de los personajes y me cayeron, sino bien, algo menos mal.
Todo me recordaba las comedias más casposas y deprimentes de otras épocas.
Cuando llevo un rato observando esta AzulOscuroCasiNegro me doy cuenta que ya la había visto y la había olvidado.
Lo peor que le puede pasar a una peli es que no la recuerdes. Eso significa que no te ha impresionado. Lo que conmueve no se olvida. Lo anodino pasa de largo.
Comprendo bien a los personajes de Marta Etura y Antonio de la Torre con dos magníficas actuaciones. Pero el papel de Quim Gutiérrez no está bien construido, con demasiadas contradicciones.
La trama avanza con irregularidad y si la peli se salva es por un Antonio de la Torre tan inspirado y eficaz como siempre. Da humor y espontaneidad a la historia.
Para ser una opera prima hay que reconocer que está bien rodada, con eficacia, pero adolece de pulso narrativo.
En la peli de los sesenta se nos presentaba un grupo idílico con todos los clichés de la época. Un marido pluriempleado, una madre dedicada al hogar, unos hijos como mucho traviesos y un abuelo (lo mejor) un Pepe Isbert al que se le pierde el más pequeño, el inolvidable Chencho (interpretado por Alfredo Garrido). Todo muy edulcorado, en una promoción descarada del fomento de la natalidad del Régimen.
En esta familia del siglo XXI hay muchos conflictos. El padre abandonado, un hijo depresivo, otro deficiente mental, dos compitiendo por la misma chica y el quinto que se casa a los 18 años el mismo día en que la selección de fútbol española ganó el mundial.
Esta familia es más realista, más compleja, más difícil.
Sánchez Arévalo acierta en plantear que esta familia numerosa se crea intentando emular Siete novias para siete hermanos. Efectivamente hay pelis que marcan una vida y que incluso la determinan. A mí esa idea me parece tremendamente atractiva.
Acierta también con los actores. Todos estupendos. Sus actuaciones están bien medidas y no hay nadie esperpéntico. Gloriosa la intervención de la abuela con EPOC y fumadora activa, esta actriz es la madre del director (Carmen Arévalo).
Pero los tres actores que me impresionaron son el trío de jovencitos que interpretan a Efraín, Mónica y Carla (Patrick Criado, Sandra Martín y Arantxa Martí). Pletóricos de frescura y juventud. Emotivos y vibrantes. Maravillosos. Con una relación tan complicada como saludable.
Alicia Rubio (Marisa, la prima suelta) divertidísima.
Pero (siempre hay peros) la historia discurre de manera irregular, con demasiados cambios. Se peca de querer contar demasiadas cosas algunas innecesarias que nos llevan al melodrama barato.
Aún así el resultado es más que aceptable. En absoluto se trata de una comedia descerebrada. Hay carga en la historia, en los personajes. Está bien rodada con momentos, incluso, brillantes.
La Gran familia de los sesenta era más feliz pero era mentira. La de este siglo es una familia de verdad, con rencillas, envidias, recelos, secretos…
El gran director de cine social es sin duda Ken Loach.
En esta peli Icíar Bollaín se convierte en Ken Loach y en François Truffaut, los dos en una, para rodar una película vibrante, emocionante, interesante y emotiva.
Es la producción más ambiciosa en la que se ha metido la directora con niveles de superproducción y sale más que airosa.
El guionista es Paul Laverty que ha escrito la mayoría de los libretos de las pelis de Loach.
Todos los actores está magníficos pero hay que destacar a Karra Elejalde con un papel muy lucido y entrañable y a Luis Tosar que después de Celda 211 está en el Olimpo de los grandes-grandes y que aquí vuelve a estar inmenso. Su transformación de productor cínico a hombre comprometido es emocionante.
Comentar que los actores indígenas están también estupendos.
Al hablar de cine social, alguien podría pensar en cine panfletario o militante. Para nada. También la lluvia es cine con mayúsculas, del que entretiene y te llega a las entrañas.