Corbacho y Cruz dejan el cine social de Cobardes y Tapas para adentrarse en la comedia esperpéntica.
La idea de encerrar en un AVE a un grupo variado de personas no está mal.
Tenemos un maquinista adicto al Trankimazín y defensor de la química frente al psicoanálisis.
Un azafato cabal enamorado de una muy joven camarera.
Un muchacho que se descubre como neurótico y xenófobo.
Un catalán hipster que no para de usar su móvil, sospechoso de ser independentista.
Una reciénviuda que se sincera en el velatorio.
Una pareja de gilipollas, ella embarazada, él adicto a jueguecillos de móvil. Tontosdelculo.
Una japonesa asombrada ante tanto dislate.
Un politicastro con un maletín y su seguridad, otra tontaca.
Una abogada que pretende beber hasta que considere que ha llegado a su límite, cosa que parece lejana. Paradójicamente la más cabal.
Por último un árabe francófono, que por eso solo resulta sospechoso.
Con todos estos personajes y con una situación extraordinaria se podía haber compuesto una buena comedia, pero, lamentablemente, no ha sido así.
Las situaciones de supuesta comicidad se suceden ocasionalmente.
La peli carece de ritmo y de humor.
He oído comentar que es una representación de la sociedad española actual.
Me resisto a admitir que sea así.
Lo que se vive en ese tren es un dislate. El dominio de los prejuicios, de la intolerancia, de la incultura, de la estupidez.
La peli en lugar de ser alegre se convierte en penosa y triste.
Solo salvo a Carlos Areces, por el que siento devoción, que es un tío muy gracioso y a la maravillosa Toni Acosta que representa la sensatez y la lucidez con un vaso de güisqui en la mano.
Pelis así no ayudan a fomentar el cine español y dan la razón al ministro Montoro. Pero esto es una excepción.
Muchos besos y muchas gracias.
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
Colaborador de Esradio Guadalajara y Alcarria TV
Canal de YouTube: HolaSoyRamónVídeos
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