Ésta es una de las pelis que le trajeron los reyes a Elena.
Pensaba que se trataba de un musical pero resulta ser una comedia subnormal.
La idea de inicio es cutre total y antifeminista.
La trama es previsible y al final vence el amor sobre el interés.
Mucho colorín, mucho trajecito. Todo insultancial y, lo que es peor, aburrido.
Esto demuestra que una peli por ser antigua o clásica no tiene porqué ser buena.
Lo mejor la elegancia de Lauren Bacall, la simpatía de Betty Grable, el saber estar de William Powell y la gran Marilyn Monroe en un papel de cegatona que se niega a ponerse las gafas, con unas dotes para la comedia impresionantes.
Por la mañana había realizado una buena caminata. Fuimos a comer a casa de unos buenos amigos y me puse ciego de callos con garbanzos, posiblemente los más ricos de mi vida.
Decido ir a ver El cuerpo.
La peli comienza por los derroteros más trillados del thriller y empiezo a dar cabezadas. Me esfuerzo por seguir despierto. Me bebo una coca-cola de tirón pero me vence el sopor.
A ratos me duermo y a ratos veo el desarrollo en una morgue con flashback constantes donde aparece Belén Rueda guapísima con unos vestidos impresionantes.
José Coronado lleva un peinado imposible, un policía que hace añorar a Santos Trinidad, ahí sí que daba gloria verlo.
Ya me empiezo e espabilar pero hasta ahora he seguido la trama sin dificultad.
Oriol Paulo me trata de confundir constantemente pero eso no consigue mantenerme entretenido.
Me dan ganas de gritar: ¡Me aburro!
Hugo Silva no está muy inspirado. Cuando comparte plano con Belén Rueda, ésta lo anula.
Elena elige al azar esta peli para ver un sábado por la noche en el calentito hogar.
Me pongo de los nervios al ver que la protagoniza el inefable Nicolas Cage, posiblemente el peor actor de todos los tiempos.
La peli discurre por los senderos más trillados del thriller conspiranoico. Hay giros de guión, sorpresas, no podía faltar una persecución en coche… La trama se alarga innecesariamente como suele ocurrir. Hay final feliz.
Vamos, lo de siempre.
Menos mal que están Guy Pearce, tan convincente como es habitual y la maravillosa Janaury Jones.
Pero al terminar de verla tenía la grata sensación que me había entretenido que no había perdido el tiempo.
Trueba ha cambiado mucho desde que estrenó su primera peli en 1980 (Ópera prima) o su tercera (Sal gorda) recuerdo perfectamente cuando las vi en cines de Zaragoza.
Este gran cineasta se ha hecho mayor, ha perdido frescura y descaro para contar sus historias pero ha ganado en experiencia y en sabiduría.
En El artista y la modelo analiza de forma reposada la creación artística. Representa bien eso de un 90% de transpiración y un 10% de inspiración. A esto último lo llama el escultor Marc Cros “la idea“.
Porque el hacer del artista es un proceso de búsqueda hasta encontrar esa idea que va a terminar siendo una obra de arte.
¿Hasta que punto se puede contemplar a la modelo sin que haya una implicación personal? ¿Es bueno o malo para el resultado artístico?
Hubo un personaje que me impresionó especialmente. El oficial alemán profesor de Historia del Arte que admira al prohibido escultor. Tal vez obligado a luchar una guerra. Su uniforme no le impide quedarse impresionado ante el objeto de su obra de investigación. La cultura y la guerra nunca se han llevado bien. ¡No todos los alemanes tienen porque ser malos!
El argumento está contado de forma pausada, sin prisas. El blanco y negro resulta luminoso. Hay gusto por el detalle. Todo resulta armonioso. Y no hay sitio para el aburrimiento, ni para el tedio. La peli se ve con atención, con interés y con una cierta placidez que yo agradezco especialmente.
Hay momentos maravillosos como la disertación de un magnífico y en forma Jean Rochefort sobre lo mejor de la vida (el cuerpo de la mujer y el aceite de oliva)
Lamentablemente la vi toda en castellano, estoy convencido que ganaría con los diálogos en francés.
Aida Folch está maravillosa, primorosamente iluminada. Es el contrapunto perfecto al anciano artista.
He visto las pelis nominadas a los Goyas. Son todas estupendas. Las cuatro me han impresionado pero, tal vez, mi preferida haya sido Blancanieves de Pablo Berger, un ejercicio de estilo y una apuesta personal con un resultado muy brillante.
Lo imposible es todo emoción, intenta hacerte llorar y lo logra.
Grupo 7 con un grupo de actores admirables y una historia de cine negro en la Sevilla de la Expo lleva el veneno del cine en su esencia.
Hecho de menos Invasor de Daniel Calparsoro. Guerra y denuncia para causarte taquicardia supraventricular.