Piper, no solo es una historia divertida, sino que con un realismo maravilloso nos enseña a como superar los inconvenientes de la vida y que siempre se puede aprender de los demás por muy diferentes que sean o que piensen.
Estoy seguro que muchos creíamos, con cierta maldad, que Pixar engullida por Disney ya no sería lo mismo.
La historia de esta pececilla amnésica es un dramón asfixiante.
Es agotador insistir una y otra vez en su pérdida de memoria y basar todo el argumento en su optimismo y su intuición, cuando ella vive la tragedia de haber perdido a sus padres y no tener ni más mínima posibilidad de encontrarlos.
Disney siempre ha retratado a huérfanos y aquí persiste en su obsesión.
El público infantil es muy benévolo.
Estoy seguro que los niños que estaban sentados detrás de nosotros, que no pararon de protestar, moverse, tirar palomitas y salpicar refrescos, salieron contentos del cine.
Ante la tópica pregunta de sus padres:
– ¿Te ha gustado?.
Respondierom:
– Mucho.
Pero no es verdad, esta peli es aburrida y no entretiene a los hijos que no comprenden la inmensa tragedia de Dory.
Pero tampoco a los padres que no encuentran ningún atractivo en una idea reiterativa que compone el centro del argumento.
Pixar ha pinchado gravemente con esta producción sin ideas y tediosa.
Cuando llevábamos media hora de peli estábamos deseando que apareciera un tiburón y piadosamente acabara con el sufrimiento de la pececilla azul.
Cuando salí solo deseaba cenar un plato de pescaíto frito.
Alex Proyas es un director y escritor australiano, nacido en Egipto, de padres griegos, que a en su infancia se trasladó al país de los canguros.
En la década de los noventa dirigió dos pelis interesantes, El Cuervo yDark City.
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Ahora se mete a dirigir esta peli inexplicable.
La idea de contar los dioses de Egipto es buena y podría ser divertida.
Pero la peli no habla de Ra, Amón, Anubis, Apis, Orus, Nut, Satis, ni Tueris se inventa unos personajes y desarrolla una historia que no tiene nada que ver con el Antiguo Egipto.
Es una peli de superhéroes ambientada en el país del Nilo.
El guión es una sucesión de despropósitos para intentar meter con calzador efectos especiales que, a veces, resultan un poco pobres.
Lo peor son los diálogos, de opereta cómica la mayoría.
Pero no todo es malo en este despropósito.
Primero ver al guapetón Nikolaj Coster-Waldau, Jaime Lannister en la serie Juego de tronos de HBO, con brazo y todo.
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Segundo las dos actrices protagonistas que me cayeron fenomenal.
Courtney Eaton como Zaya:
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Y Elodie Yung en el papel de Hathor:
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Aunque para este personaje de diosa hubiera estado ideal una de las deidades actuales, mi admirada Jennifer Lopez:
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Pero lo mejor de la peli es el aire kitsch.
Esta produccióin tiene ese look de chica poligonera, que se arregla un sábado por la noche, se recarga de bisutería de mercadillo y se cree la más estupenda del barrio.
Y eso, a mí me fascina.
Por ello esta película me ha atraído.
Pero me reafirmo: hubiera ganado mucho con la Jenni de prota.
Propongo una secuela que se podría titular: “Capitán América y Iron Man versus Dioses de Egipto”
Acudo a una proyección especial en sesión única en los Multicines Guadalajara.
Cuento menos de diez personas.
Se trata de un encargo al prestigioso documentalista José Luis López Linares por parte de la exposición sobre El Bosco en El Prado de Madrid.
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Da la visión del famoso cuadro, El jardín de las delicias, desde el punto de vista de escritores, historiadores, expertos en arte y artistas de más o menos prestigio.
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La más joven es, posiblemente la cantante y actriz Sílvia Pérez Cruz.
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Los demás son más bien viejunos, con un cierto aire de eruditos.
El documental está bien rodado con muchos detalles del cuadro y con la voz de los expertos.
Resulta muy académico.
Me declaro devoto de este cuadro. De hecho hace más de treinta años que tengo colgada en mi casa una copia.
He leído alguna cosilla sobre él y sobre su autor.
Me asombra que al hablar de la historia de ambos no se mencione la relación con la secta de los adamitas.
Según muchos historiadores fue un encargo de esta secta prohibida por la Iglesia y también se especula con que su autor era miembro de ella.
El estilo culto y excesivamente correcto con el que se ha realizado este documental lo hace aburrido, sin espíritu.
Un cuadro, que levanta pasiones por su atrevimiento, su originalidad, su belleza, debería de mover algo más que comentarios elogiosos, pero nada originales, de estos próceres del saber.
Echo de menos comentarios del público y de gente joven con visiones diferentes, más frescas, menos encorsetadas.
Un documental que tiene como centro un cuadro tan maravilloso debería de ser apasionante y divertido.
Comienzo contando la primera escena de la película para que os podáis hacer una idea.
Una pareja en la cama haciendo el amor.
Kelly (Mary Rose Byrne) sobre él.
Mientras se mueve, Mac (Seth Rogen) no deja de gemir.
– ¡Vas a despertar a la niña!
Kelly comienza a tener náuseas y termina vomitando sobre la cara de Mac.
– Estoy embarazada.
Mac:
– Me he corrido.
Mientras el vómito resbala por su rostro.
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De esta forma comienza esta peli.
¿Mal gusto?
¿Sentido del humor “particular”?
La peli sigue el camino trillado de su antecesora Malditos vecinos.
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Con un humor zafio que funciona muy ocasionalmente, especialmente cuando juega con el slapstick.
Reconozco que me partí de risa con la escena de los airbags.
Pretende introducir en la trama mensajes de buen rollito como el valor de la amistad, o la rebeldía ante el machismo, o la dificultad de ser padres.
Pero todo es tan grosero, inculto, patán, ordinario, maleducado, cateto, chabacano, rudo, tosco, vulgar, tan poco atractivo que la peli resulta irritante e insoportable.
Acudo a la proyección con mi maestro David Recio.
La sala se rellena con jovencitos consumidores de palomitas y refrescos ricos en cafeína.
Me siento el más viejo de la sala, pero me acompaña una extraña sensación de ser de los más listos.
Ni siquiera salvo a la maravillosa actriz australiana Mary Rose Byrne.