Sigo con Elena, en el salón de mi casa, esta serie.
Conforme avanza se va convirtiendo en diseccionadora de la realidad norteamericana.
En esta temporada nos muestra nuevos escenarios y los ya conocidos.
Las calles de Baltimore siguen siendo protagonistas con sus “esquinas” donde se vende y compra la droga y donde la vida no vale nada.
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A la policía se le acumulan los cadáveres en las calles de la ciudad y en las casas abandonadas con muy escasos resultados prácticos.
La Brigada de crímenes especiales se disuelve y cada uno de sus componentes ocupa puestos diferentes.
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El detective James ‘Jimmy’ McNulty parece que encuentra la armonía en su vida patrullando por las calles y con su pareja (la maravillosa oficial Beatrice ‘Beadie’ Russell interpretada por Amy Ryan).
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En esta temporada ocupan un lugar importante las escuelas de la ciudad y la experiencia de inserción que realiza el expolicía Ervin H. Burrell.
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Un personaje que cobra protagonismo es el indigente Reginald ‘Bubbles’ Cousins.
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El otro gran escenario es el de la política municipal con el Concejal Thomas ‘Tommy’ Carcetti, interpretado por Aidan Gillen (Meñique en Juego de tronos).
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Estos escenarios que se nos presentan componen un fresco realista y macabro de la sociedad norteamericana.
La dura realidad alejada de la gente guapa y de los barrios residenciales de Mujeres Desesperadas o del glamour neoyorkino de Sexo en Nueva York.
El desarrollo de la trama tiene varios escenarios.
Las calles de Baltimore con los personajes ya conocidos, Avon Barksdale y Russell ‘Stringer’ Bell, y otros que van ocupando más protagonismo como el malvado Marlo Stanfield.
Ocupa un lugar destacado el ladrón de narcotraficantes Omar Little. Un personaje que venero.
Por otro lado la Brigada de homicidios de la ciudad y la Unidad de Crímenes especiales donde se realizan las escuchas.
Pero en esta temporada irrumpe con fuerza la cúspide de la policía de Baltimore y el Comandante Howard ‘Bunny’ Colvin con su experiencia de apartar de las esquinas habitadas el tráfico de drogas.
Otro nuevo escenario es el de los políticos con su alcalde corrupto y el concejal Thomas ‘Tommy’ Carcetti, interpretado por Aidan Gillen, el maquiavélico Meñique de Juego de tronos.
El Detective James ‘Jimmy’ McNulty sigue operando por libre y sumergiéndose en una espiral autodestructiva de alcohol y desobediencia, aunque al final parece encontrar el camino.
Los personajes ya conocidos se entremezclan entre los nuevos, todos bien definidos y bien dibujados, exigiendo un esfuerzo al espectador que si lo realiza no se va haber defraudado.
Porque el resultado es muy brillante.
Hay realismo y verdad en cada episodio y en cada secuencia.
Pero además hay emoción y una trama que te engancha, que te impide dejar de verla y te exige más y más atención, y la prestas porque lo que da a cambio es muy grande.
Esa impresión de que no te están engañando, que te están contando la verdad te emociona y te entristece.
En The Wire hay intriga, crimen, corrupción todo sabiamente dosificado para que sientas que estás delante de una de las grandes series de la historia de la televisión.
En este tiempo ha aumentado su popularidad gracias a que líderes mundiales las consideran de las mejores. Es el caso de Barack Obama y Pablo Iglesias.
En esta segunda temporada el Coronel jefe de homicidios de la ciudad de Baltimor tiene una cuestión personal con el jefe del sindicato de estibadores, Frank Sobotka.
Encarga a un grupo de policías que investiguen sus presuntos asuntos sucios.
Se vuelve a formar el grupo que dirigía el Teniente Cedric Daniels, incluyendo al autodestructivo Detective James ‘Jimmy’ McNulty.
Otro de los escenarios son las calles de los suburbios de la ciudad norteamericana con sus líos de drogas y la lucha por conseguir el mercado de estas sustancias ilegales.
Además la Brigada de homicidios tiene que investigar el asesinato de unas mujeres que eran trasladadas en un contenedor para ejercer la prostitución.
Avon Barksdale el narcotraficante condenado en la primera temporada pasa su pena en prisión y desde ahí intenta controlar su negocio.
La peli está contada desde diferentes puntos de vista y en estos diversos escenarios.
Seguimos el duro trabajo policial y nos introducimos ocasionalmente en las vidas de estos servidores de la ley.
Como fondo está el decorado de una ciudad corrompida con marginalidad, drogas, delincuencia, paro y pobreza.
Tiene un claro carácter desmitificador tanto de los delincuentes como de los policías.
La detective Sarah Lund abandona su rutinario trabajo de inspectora de aduanas cuando es requerida para resolver un caso complicado por la muerte de una abogada…
La segunda temporada nos ofrece más de lo mismo, sin que esto sea en absoluto negativo.
La historia menos enrevesada que en la primera temporada nos lleva por la investigación de la inspectora y por los despachos del Ministro de Justicia, un joven recién llegado que al igual que Sarah Lund intenta, a toda costa, encontrar la verdad.
Se nos muestra una Dinamarca oscura y decadente, con un aspecto alejado del paraíso nórdico que se suele idealizar en estas zonas del sur.
Pero el gran atractivo de la serie es el personaje de Sarah Lund. Mujer impenetrable, independiente, arisca que emplea tanto el pensamiento deductivo como la intuición como armas de investigación. Pero el rasgo más característico es su tenacidad en busca de la verdad, una verdad que se ofrece esquiva y difícil de encontrar.
El que no quiera spoilers debe dejar de leer.
Cuando Sarah parece que puede establecer una relación descubre que es imposible, que ha sido utilizada. Esa escena final es desosalora. Sarah resuelve el caso, pero queda en soledad.
De resaltar que en las dos temporadas los políticos llegan a una componenda al final, dejando atrás la ética. Lund nunca accedería.
El atractivo poderoso de esta mujer radica en su obstinación y en su hermetismo.
La trama de crímenes en Afganistán y la consideración de secreto de estado invita a la reflexión. La verdad se esconde en los despachos de los ministros.