Claro está que le interesa la historia reciente de España.
Hemos paseado por la Expo de Sevilla, la Transición y con ésta por la corrupción en la época de González.
El hombre de las mil caras funciona bien como relato periodístico de esa fuga del Director de la Guardia Civil.
Una trama que no termina de cerrar la historia dejando resquicios para las dudas.
Toda la peli está impregnada de un aire socarrón, con un fino humor subterráneo que me produjo alguna carcajada que nadie del público, que medio llenaba la sala, acompañó.
Varios factores lastran esta peli que no termina de ser redonda.
Por un lado la machacona voz en off que insiste en explicar lo que ya observamos, la mayor parte de las veces innecesaria.
Por otro la interpretación de Carlos Santos como Luis Roldán que no resulta convincente.
Es difícil meterse en la piel de un personaje que tenemos tan visto y que todos recordamos, tal vez esa sea la mayor dificultad que impide que identifiquemos el actor con el personaje.
En cambio Luis Callejo está soberbio metido en la piel de un Juan Alberto Belloch que parece el de verdad. Muy gracioso que le llamaran el cochero de Drácula, lo cierto es que lo parece.
No deja de impresionarme lo buen actor que es Eduard Fernández.
El Paesa que interpreta es un fullero, un timador de altos vuelos, un producto típicamente hispano. Un pillo listo que se llevó una pasta.
Cuando hace un año vi Ocho apellidos vascos de 2014 hablé de ella como de una comedia agradable antes de suponer, siquiera, el éxito que iba a tener en la taquilla.
Entre estas dos pelis hay una diferencia fundamental.
El problema vasco (por llamarlo de alguna manera suave) es historia. En Ocho apellidos vascos nos reíamos de la kale borroka y de los vascos y andaluces.
Aquí la burla a los catalanes es menos mordiente y el problema catalán lejos de estar resuelto está de rabiosa actualidad (nunca mejor dicho).
Cobeaga como buen vasco es capaz de reírse de sus vecinos, pero se ve obligado a ser comedido al hablar de los catalanes, existe el riesgo que se molesten.
Todo lo anterior no es justificación para que esta peli no funcione y sea solo una peli de toma el dinero y corre.
Su guión es penoso, con elementos tan manidos, tan toscos que resultan irritantes.
Los personajes son solo burdas caricaturas, sin lógica personal.
Las situaciones son forzadas y chirriantes.
Por supuesto que los actores están excelentes. En España disponemos de magníficos actores capaces de defender con pundonor cualquier papel por imposible que sea.
Ninguno de los protagonistas fallan y hacen todo lo que pueden y más, en una historia sin pies ni cabeza, y, lo que es peor, sin gracia.
Solo salvo al personaje de Berto Romero disfrazado de hipster, con una crítica a estos especímens muy divertida que es lo único que funciona.
Le deseo a Ocho apellidos catalanes el mayor de los éxitos y la mayor de las recaudaciones.
La isla mínima es un thriller ambientado en los arrozales sevillanos en la España de la Transición.
Todos los personajes están atrapados e intentan escapar. Unos de su pasado y otros de una vida miserable.
El retrato de esa comunidad deprimente y pobre es de una fisicidad impresionante.
Los dos policías sancionados por cuestiones bien diferentes encarnan dos maneras de concebir la vida. Condenados a trabajar juntos.
La peli avanza sin dar respiro al espectador, ni a los protagonistas. No hay trampas ni cartones. Tanto unos como otros van conociendo la investigación y los personajes.
La composición de los personajes es perfecta. Inmejorable. Abrumadoramente realista.
Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez saben crear sus personajes dotándolos de historia y de vida, con los gestos justos, sin sobreactuaciones.
Alberto Rodríguez sabe componer escenas impresionantes de las que no se pueden olvidar, usando el primer plano con maestría sin abusar de él y con una fotografía impactante.
A mí personalmente me disgustó el punto final que no me pareció todo lo redondo que esperaba.
Estamos ante una de las grandes pelis del cine español de este año.
La selección de esta película para ser nominada a los Oscars y su re-estreno me han animado a verla.
Mi amigo Koldo me habló bien de ella y ha obtenido numerosos premios en festivales.
Grupo 7 es un thriller policial en toda la reglas y cumple las normas del género pero su ambientación en la Sevilla pre-Exposición Universal la hacen especial.
Está rodada con eficacia. Las escenas de acción y las persecuciones son impecables. Los policías son seres humanos con sentimientos, con ira, trasgreden continuamente la ley pero son simpáticos y les gusta salir en televisión. Son personas, tal vez malas personas.
Todo en Grupo 7 respira realidad y nos muestra el paisaje y el paisanaje cutre de la Sevilla menos glamurosa.
La fotografía y el estilo me recordó a la magnífica Un Profeta, película francesa que ya comentamos en su momento.