No nos podemos conformar con algún susto, con cierta sensación de inquietud.
Tenemos que exigir algo nuevo, original, que nos perturbe y que nos permita recordarla cuando pasen los meses.
Verónica es una peli bien confeccionada con algunos sobresaltos y que crea una atmósfera turbadora.
Con unas actrices estupendas.
Ana Torrent competente.
La joven Sandra Escacena candidata al Goya Revelación.
Pero, ¿qué hay de nuevo?
¿Dónde está ese plus?
¿En qué esté basada en hechos reales?
Claramente no. Eso me importa un bledo.
Verónica tiene de fondo la España de los noventa.
De escenario una casa de barrio y un colegio de monjas.
De personajes unos niños.
De protagonista una adolescente que tiene que madurar a marchas forzadas para hacer de una madre que solo tiene tiempo para trabajar.
Paco Plaza explicita su fervor hacia la mejor peli de terror española, ¿Quién puede matar a un niño?del gran Narciso Ibáñez Serrador, cuando la vemos proyectada en el televisor de ese piso de Vallecas.
Pero lamentablemente ese referente queda muy alto comparada con Verónica.
La vi cuando se estrenó y no la había vuelto a visitar desde entonces.
Mi recuerdo estaba nublado.
Un placer inmenso disfrutarla en pantalla grande.
Me emociono al escribir de ella.
Porque El espíritu de la colmenarecoge y sintetiza todo lo que para mí es buen cine, cine de verdad.
Cine que no te lo explica todo, sino que tienes que descubrir, que indagar, que imaginar.
En el que las imágenes son más importantes que los diálogos.
Cine desnudo de artificios, con fotogramas tan potentes que te impactan de forma aislada y en conjunto te transforman.
Ese paisaje castellano de Hoyuelos en Segovia, donde el sol no luce, donde hace frío y viento.
La miseria se palpa, se siente. Calles de barro, edificios en ruinas.
La pobreza de la posguerra, que no hace falta que se verbalice para padecerla con sus habitantes.
Esa cruda realidad enfrentada al mundo infantil y onírico de estas dos hermanicas.
Por culpa de una película se encuentran con la verdad de la muerte.
Inmensa paradoja que por la ficción descubran la realidad.
Su manera de afrontarla es diferente.
Isabel la sume, incluso la simula engañando a su hermana.
Ana, en cambio, no es capaz de comprenderla y la mira con asombro.
Los personajes tienen los nombres de los actores porque Erice no conseguía hacer comprender a las niñas la diferencia entre realidad y ficción.
No entendían que cuando rodaban se llamaran de forma diferente, por eso decidió mantener sus nombres.
Con esto es fácil asimilar que las niñas no actúan sino que interpretan su realidad ante una cámara.
Por eso su actuación es perfecta, es verdad.
No sé cómo he podido vivir más de cuarenta años sin volverla a ver,
Esto es una obra maestra, es cine de verdad, del mejor.
Queridos Jose y Susana, siempre estáis acertados en la elección de las películas, pero con ésta, al menos conmigo, habéis dado en el clavo perfectamente.
Infinitas gracias.
Después vimos un montaje de los que elaboran los dos coordinadores sobre pintura y cine, sencillamente maravilloso.
Retratar a un santo siempre es difícil y tratar el personaje como persona especialmente. Roland Joffé que es director, productor y guionista consigue salir airoso de este reto pero es lo único que hace bien.
Charlie Cox hace bien su papel y es el único actor que está convincente. El resto de los personajes y situaciones son caricaturescos dan risa o vergüenza ajena.
A pesar de que Joffé se ha rodeado de magníficos técnicos la peli no llega más que a telefilm de segunda.
Roland hace muchos años que rodó La Misión, hace 25. Hizo su gran película. Años después en 1995 perpetró la Letra Escarlata una de las peores películas que recuerdo. Pero ésta no le anda a la zaga.