Matthew McConaughey y Woody Harrelson son dos detectives que investigan un asesinato ritual.
Si las pesquisas de los dos policías son interesantes más aún lo son las personalidades de ellos.
True Detective nos presenta el mundo de la trash white (basura blanca), esos norteamericanos que viven en infraviviendas de madera o en carabanas rodeados de mezquindad y miseria ambiental y personal. El género que trataba a esta clase social se llamó gótico americano.
Los paisajes de Luisiana fotografiados de manera magistral son el escenario perfecto para estos americanos de tercera.
Curiosamente la serie se centra en trash white, siendo la presencia de negros muy ocasional.
La vida y el carácter de estos dos policías no es menos tenebroso.
Woody Harrelson, un padre de familia autodestructivo que se encoña con facilidad, que quiere a su bella esposa y a sus hijas, pero que es capaz de traicionarlas a las primeras de cambio. Se erige en justiciero por su bajo control de impulsos.
Matthew McConaughey, marcado por la muerte de su hijita, cuya vida carece de sentido, encuentra en la investigación de los asesinatos un mecanismo de redención.
Destacar también lo bien rodada que está la serie, con encuadres bien estudiados y planos secuencia arrebatadores.
Resulta muy divertido comparar las declaraciones de los dos investigadores con lo que ocurrió en realidad.
La trama se sumerge en ese mundo turbio de asesinatos, crueldad, política, divertimentos de ricos depravados… Un universo cruel, amoral, despiadado, sucio y tristemente fascinante.
Con True Detective hemos entrado en una nueva fase evolutiva en las series de televisión. Ha adquirido un carácter de adulta y su negrura la hace retorcidamente intelectual.
La segunda temporada será protagonizada por Colin Farrell, Vince Vaughn y (mi adorada) Rachel McAdams.
La trama se ambientará en California y girará en torno a tres policías y un criminal en una red de conspiraciones que se sucederán tras un asesinato.
Promete, pero ¿superará a esta primera temporada? Lo tiene difícil.