Las tres pelis suecas me gustaron mucho. Estupendas.
La de David Fincher me pareció regulera.
Esta nueva edición de esta saga de Stieg Larsson es el estreno de la semana, por ello vamos a verla Elena y yo.
Lo que no te mata te hace más fuerte es una sucesión interminable de despropósitos, sin coherencia de ningún tipo y dejando al lado cualquier atisbo de verosimilitud.
Un insulto a un espectador medianamente inteligente que se ve obligado a soportar despropósito tras despropósito, en un bucle sin fin de tedio agonizante de ideas.
Un producto penoso (en un principio puse de mierda, pero me he contenido) como ya hemos visto mil. Desde la saga 007 a misiones imposibles, pasando por rápidos y furiosos.
Cine de consumo sin vida, sin alma, sin nada a lo que poderse agarrar.
Además traiciona el espíritu de esta saga, que denunciaba el maltrato a las mujeres incluso en los paraísos de la socialdemocracia, como Suecia.
Para colmo se pretenden dar unas pinceladas psicoanalíticas a la relación de estas dos hermanas. ¡No por Dios!
No consigo descubrir a qué tipo de público va destinada. Los espectadores de las anteriores eran adultos bien formados que abominarán de este producto descerebrado que no puede ser destinado a jovencitos imberbes que no conocen las anteriores.
Claire Foy no puede sostener un personaje imposible, una chica que parece tener superpoderes, con sus escasos 45 kilos enfrentándose a hombretones de 105.
Mi padre hubiera dicho: “un tostón“. Mi madre: “una mierda pinchada en un palo“.
Después de ver Stranger Things 2 decidimos dar un cambio radical y ver esta serie británica.
Unos días antes había visto un cartel inmenso cubriendo la fachada del edificio Torre España al final de la Gran Vía madrileña. Era publicidad de Netflix promocionando esta serie. Su tamaño me impresionó.
Se trata de un producto muy british. Correctísima ambientación, decorados al detalle, fotografía excelente, actores impecables… todo muy perfecto.
Cuenta los prolegómenos y el reinado de Queen Elizabeth II hasta 1962. Dos temporadas con 20 capítulos en total de casi una hora. Habrá tercera temporada.
Voy a dar dos visiones diferentes . La de un monárquico de toda la vida y la de un republicano de nacimiento. Son contradictorias y complementarias.
El monárquico:
Hay aspectos muy interesantes en esta serie inglesa.
La monarquía británica, como las del resto del mundo, se han visto turbadas por inmensas dificultades y por el cuestionamiento general supuestamente democrático.
Además la Reina Isabel Segunda tuvo que demostrar que podía ejercer de jefa del estado, “a pesar” de su juventud y de ser mujer.
La serie nos cuenta las dificultades que le van atacando durante su reinado. Por un lado los problemas familiares, que son muchos y diversos.
Por otro los políticos. Con dignatarios torpes, ancianos y enfermos.
La soledad del poder queda de manifiesto porque los apoyos que encuentra en su esposo y en sus colaboradores son ocasionales.
Su hermana, su madre y su tío en el exilio no le dejan de producir cefaleas tensionales.
Pero hay un aspecto básico que se plantea en la peli es el de la designación divina de la corona.
No es el pueblo ignorante e influenciable el que decide a su capricho al Jefe del estado, sino Dios que determina a través de la genética quien ocupara un cargo que no debe estar sujeto a los vaivenes de la política.
La Reina Isabel lo sabe y ocupa su puesti con esa dignidad que solo puede venir si detrás está la mano divina.
La presión del republicanismo obliga a esta monarquía a “adaptarse a los nuevos tiempos” consintiendo matrimonios morganáticos que ensucian la pureza de una sangre real y cesiones hacia el populacho que componen una “monarquía más moderna“.
La Reina tiene que lidiar con la falta de responsabilidad de su tío y de su hermana Margarita que no sabe el lugar que le corresponde ni la trascendencia histórica de sus acciones.
Tampoco ayuda Prince Philip, Duke of Edinburgh, un personaje trascendental en la serie que, a veces, supone una carga y no un apoyo para la reina.
Hay hechos que se exponen en la serie que deberían haber sido ocultados, porque en nada benefician a la Corona, como el pasado nazi de David, Duke of Windsor y su disipada vida al lado de una divorciada.
La serie me ha gustado, pero no es bueno que el pueblo reciba tanta información, la Monarquía ha de mantener su halo de misterio, para que sea venerada y respetada.
El republicano:
La serie retrata una monarquía que había salido victoriosa de la Segunda Guerra Mundial, por el apoyo norteamericano y por el frente ruso que supuso la derrota alemana.
La Reina Isabel tiene que ocupar más tiempo en solucionar los problemas familiares que los de estado.
Su figura es casi siempre decorativa e inútil en la política británica.
Hay algo de repugnante intelectualmente en esta institución.
Su principio es que el poder, la jefatura del estado de un país, son hereditarios. Hay una familia tocada por la mano divina que va a ser para siempre la que ostentará el poder, sin contar con la voluntad popular.
Eso se muestra bien en la serie que además nos explica como una educación apartada de la realidad, con tutores, consigue que una analfabeta funcional ostente la corona.
Difícil situación la de la Monarquía que se tiene que mantener en la defensa de las más tristes tradiciones y, al mismo tiempo, conseguir la necesaria actualización. Lo primero resulta imposible y lo segundo rompe la propia estructura de la monarquía.
Una institución así tiene sus códigos, estúpidos, pero imprescindibles, si los rompe fractura su propia esencia.
Pongo un ejemplo. Podemos decir que un rey se puede casar con quien quiera, que da igual que sea divorciada, pero si la monarquía incumple sus tradiciones, sus principios de evitar los matrimonios morganáticos, ¿qué le queda?. Se convierten en personas normales y eso aniquila la esencia de la propia monarquía. Si son simples mortales, deberán estar sujetos a la voluntad popular.
Muchas de estas cuestiones son planteadas, con acierto, en esta producción.
Un aspecto muy interesante de la serie es el pasado nazi del depuesto Rey Eduardo VIII del Reino Unido. No está mal dejar claras las cosas.
Una serie interesante en su complejidad que nos desvela secretos de la historia británica y cotilleos de la familia real.
Bellísima Vanessa Kirby interpretando a la Princesa Margarita.
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Cruel la infancia que padeció el Principe Carlos.
Estupendas las juergas del Duque de Edimburgo, menudos viajes de placer que se daba.
Increíble las imágenes de la reina madre viendo telebasura.
Impresionante la interpretación de John Lithgow haciendo de Winston Churchill.
Soberbia Claire Foy actuando de manera perfecta como Queen Elizabeth II.
Cuando me enteré que Andy Serkis había dirigido una peli me pregunté: ¿será Smeagol o Gollum?
Una razón para vivir es una producción británica que habla de la superación personal ante la mayor de las adversidades.
Llena de momentos sentimantoloides, se trata de la típica película buenista que obvia los aspectos negativos para centrarse en los positivos.
Resulta difícil criticar una peli así, porque se puede interpretar que no apoyas este tipo de actitudes.
Me molesta que la carga del esfuerzo recaiga en el enfermo, cuando está claro que su cuidadora es la que más ha hecho por su enfermo.
Se pone al descubierto el interés por llevar una vida “normal” de este tetrapléjico.
Se olvidan elementos básicos de la vida cotidiana que son cuando menos molestos.
Cuestiones como la higiene, la alimentación, incluso la movilidad. Al paciente lo vemos en la cama y en el fotograma siguiente en la silla de ruedas como si esta operación fuera sencilla.
Movilizar a un enfermo de estas características exige mucho esfuerzo, desde luego su abnegada esposa por sí sola no lo podría hacer de ningún modo.
La peli además se mueve entre el drama y la comedia, confundiendo al espectador.
En una escena en la que se para el respirador y el protagonista comienza a sufrir de axfixia, parte del publico se reía antes las muecas y aspavientos del sufridor.
Lo más catastrófico es la parte que se desarrolla en España.
Vemos en un camino la señal de Tarragona, en un paisaje de tierras rojizas, alejado del ambiente mediterráneo.
Cuando una avería les deja paralizados en la cuneta aparecen un grupo de gitanos con guitarras cantando por bulerías. Una cosa muy catalana.
Diego, que me acompañó a la proyección, y un servidor nos quedamos hasta el final de los créditos para comprobar que había sido rodada en Sudáfrica e Inglaterra, ni un fotograma en Cataluña, como ya presentíamos.
Por cierto en el pasaje que se desarrola en Kenia (aunque en realidad es Sudáfica) los negros aparecen como elemento decorativo.
Decidamente esta peli la ha rodado Gollum y no Smeagol.