Jean-Jacques Annaud tenía prohibido rodar en China desde Siete años en el Tíbet (aquel pastelito empalagoso con un macizo Brad Pitt de prota).
Pero diez años después el Gobierno Chino perdonó a Annaud y lo llamó para filmar el mayor éxito editorial en ese país desde El Libro Rojo de Mao.
El director francés rodó durante año y medio y dedicó otro año más a la postproducción.
En total lleva dedicado a la peli casi 7 años.
El último lobo tiene grandes aciertos y grandes defectos.
Hay momentos muy cinematográficos. Esas grandes llanuras verdes con esos cielos azules inmensos son un decorado perfecto para disfrutar de una historia.
Escenas muy bien rodadas que colman las satisfacciones de cualquier amante de los espectáculos de luz y de color.
Annaud contó con una manada de lobos amaestrados que establecieron una buena relación con él, pero algún día se negaban a colaborar, como si fueran estrellas de Hollywood.
Las escenas más documentales son las mejores. La peli pierde cuando cobran protagonismo los actores.
Hay un (bonito) mensaje de respeto a la naturaleza que, a veces, resulta confuso.
Pero lo peor de todo es el uso melodramático de la música, encargada de forzar emociones y no de trasmitirlas.
Una banda sonora que resulta molesta, incluso irritante.
Annaud debe de considerar al espectador un retrasado sentimental al que va indicando con la música que emoción experimentar.
Espero que los chinos hayan quedado más satisfechos que yo con el resultado.
Muchos besos y muchas gracias.
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