Cuando llevo un rato observando esta AzulOscuroCasiNegro me doy cuenta que ya la había visto y la había olvidado.
Lo peor que le puede pasar a una peli es que no la recuerdes. Eso significa que no te ha impresionado. Lo que conmueve no se olvida. Lo anodino pasa de largo.
Comprendo bien a los personajes de Marta Etura y Antonio de la Torre con dos magníficas actuaciones. Pero el papel de Quim Gutiérrez no está bien construido, con demasiadas contradicciones.
La trama avanza con irregularidad y si la peli se salva es por un Antonio de la Torre tan inspirado y eficaz como siempre. Da humor y espontaneidad a la historia.
Para ser una opera prima hay que reconocer que está bien rodada, con eficacia, pero adolece de pulso narrativo.
En la peli de los sesenta se nos presentaba un grupo idílico con todos los clichés de la época. Un marido pluriempleado, una madre dedicada al hogar, unos hijos como mucho traviesos y un abuelo (lo mejor) un Pepe Isbert al que se le pierde el más pequeño, el inolvidable Chencho (interpretado por Alfredo Garrido). Todo muy edulcorado, en una promoción descarada del fomento de la natalidad del Régimen.
En esta familia del siglo XXI hay muchos conflictos. El padre abandonado, un hijo depresivo, otro deficiente mental, dos compitiendo por la misma chica y el quinto que se casa a los 18 años el mismo día en que la selección de fútbol española ganó el mundial.
Esta familia es más realista, más compleja, más difícil.
Sánchez Arévalo acierta en plantear que esta familia numerosa se crea intentando emular Siete novias para siete hermanos. Efectivamente hay pelis que marcan una vida y que incluso la determinan. A mí esa idea me parece tremendamente atractiva.
Acierta también con los actores. Todos estupendos. Sus actuaciones están bien medidas y no hay nadie esperpéntico. Gloriosa la intervención de la abuela con EPOC y fumadora activa, esta actriz es la madre del director (Carmen Arévalo).
Pero los tres actores que me impresionaron son el trío de jovencitos que interpretan a Efraín, Mónica y Carla (Patrick Criado, Sandra Martín y Arantxa Martí). Pletóricos de frescura y juventud. Emotivos y vibrantes. Maravillosos. Con una relación tan complicada como saludable.
Alicia Rubio (Marisa, la prima suelta) divertidísima.
Pero (siempre hay peros) la historia discurre de manera irregular, con demasiados cambios. Se peca de querer contar demasiadas cosas algunas innecesarias que nos llevan al melodrama barato.
Aún así el resultado es más que aceptable. En absoluto se trata de una comedia descerebrada. Hay carga en la historia, en los personajes. Está bien rodada con momentos, incluso, brillantes.
La Gran familia de los sesenta era más feliz pero era mentira. La de este siglo es una familia de verdad, con rencillas, envidias, recelos, secretos…