Si algo hemos aprendido a lo largo de todos los episodios de The Wire es que nadie es bueno o malo íntegramente.
Esta quinta temporada está dedicada a la Mentira.
Porque esta cualidad está instalada en la ciudad de Baltimore como paradigma de la sociedad norteamericana.
Cuando se habla de verdad y mentira no se puede olvidar a la prensa.
David Simon nos enseña como es la redacción de un periódico y nos enfrenta dos tipos de periodismo.
Uno en el que se defiende ese viejo dicho de: “no dejes que la verdad estropee una buena noticia“.
Y otro basado en la rigurosidad del relato, en la comprobación de los hechos.
El objetivo es vender periódicos. ¿Está justificado todo para obtener este fin?
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Esta misma pregunta nos la podemos hacer cuando los detectives James ‘Jimmy’ McNulty y Lester Freamon deciden inventarse un asesino en serie para conseguir fondos para detener a Marlo “Black” Stanfield el asesino de las Casas Vacías.
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Mientras la vida y la muerte se sucede en las esquinas de la ciudad.
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Omar Little continua su peculiar cruzada contra los narcos.
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Bubbles lucha por rehabilitarse y olvidar su pasado.
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El Alcalde Carcetti deja atrás sus sueños de honradez. Todo vale para llegar a Gobernador del Estado.
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El Senador Clayton Davis, paradogma del político corrupto, sale indemne de las acusaciones echando mano de todo el asqueroso populismo que se pueda imaginar.
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Podríamos hablar también de los trapicheos de jueces y abogados, en un todo vale para prosperar.
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La vida continua en Baltimore, en los USA y posiblemente en el mundo impregnada de mentira.
Sigo con Elena, en el salón de mi casa, esta serie.
Conforme avanza se va convirtiendo en diseccionadora de la realidad norteamericana.
En esta temporada nos muestra nuevos escenarios y los ya conocidos.
Las calles de Baltimore siguen siendo protagonistas con sus “esquinas” donde se vende y compra la droga y donde la vida no vale nada.
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A la policía se le acumulan los cadáveres en las calles de la ciudad y en las casas abandonadas con muy escasos resultados prácticos.
La Brigada de crímenes especiales se disuelve y cada uno de sus componentes ocupa puestos diferentes.
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El detective James ‘Jimmy’ McNulty parece que encuentra la armonía en su vida patrullando por las calles y con su pareja (la maravillosa oficial Beatrice ‘Beadie’ Russell interpretada por Amy Ryan).
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En esta temporada ocupan un lugar importante las escuelas de la ciudad y la experiencia de inserción que realiza el expolicía Ervin H. Burrell.
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Un personaje que cobra protagonismo es el indigente Reginald ‘Bubbles’ Cousins.
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El otro gran escenario es el de la política municipal con el Concejal Thomas ‘Tommy’ Carcetti, interpretado por Aidan Gillen (Meñique en Juego de tronos).
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Estos escenarios que se nos presentan componen un fresco realista y macabro de la sociedad norteamericana.
La dura realidad alejada de la gente guapa y de los barrios residenciales de Mujeres Desesperadas o del glamour neoyorkino de Sexo en Nueva York.
El desarrollo de la trama tiene varios escenarios.
Las calles de Baltimore con los personajes ya conocidos, Avon Barksdale y Russell ‘Stringer’ Bell, y otros que van ocupando más protagonismo como el malvado Marlo Stanfield.
Ocupa un lugar destacado el ladrón de narcotraficantes Omar Little. Un personaje que venero.
Por otro lado la Brigada de homicidios de la ciudad y la Unidad de Crímenes especiales donde se realizan las escuchas.
Pero en esta temporada irrumpe con fuerza la cúspide de la policía de Baltimore y el Comandante Howard ‘Bunny’ Colvin con su experiencia de apartar de las esquinas habitadas el tráfico de drogas.
Otro nuevo escenario es el de los políticos con su alcalde corrupto y el concejal Thomas ‘Tommy’ Carcetti, interpretado por Aidan Gillen, el maquiavélico Meñique de Juego de tronos.
El Detective James ‘Jimmy’ McNulty sigue operando por libre y sumergiéndose en una espiral autodestructiva de alcohol y desobediencia, aunque al final parece encontrar el camino.
Los personajes ya conocidos se entremezclan entre los nuevos, todos bien definidos y bien dibujados, exigiendo un esfuerzo al espectador que si lo realiza no se va haber defraudado.
Porque el resultado es muy brillante.
Hay realismo y verdad en cada episodio y en cada secuencia.
Pero además hay emoción y una trama que te engancha, que te impide dejar de verla y te exige más y más atención, y la prestas porque lo que da a cambio es muy grande.
Esa impresión de que no te están engañando, que te están contando la verdad te emociona y te entristece.
En The Wire hay intriga, crimen, corrupción todo sabiamente dosificado para que sientas que estás delante de una de las grandes series de la historia de la televisión.
En este tiempo ha aumentado su popularidad gracias a que líderes mundiales las consideran de las mejores. Es el caso de Barack Obama y Pablo Iglesias.
En esta segunda temporada el Coronel jefe de homicidios de la ciudad de Baltimor tiene una cuestión personal con el jefe del sindicato de estibadores, Frank Sobotka.
Encarga a un grupo de policías que investiguen sus presuntos asuntos sucios.
Se vuelve a formar el grupo que dirigía el Teniente Cedric Daniels, incluyendo al autodestructivo Detective James ‘Jimmy’ McNulty.
Otro de los escenarios son las calles de los suburbios de la ciudad norteamericana con sus líos de drogas y la lucha por conseguir el mercado de estas sustancias ilegales.
Además la Brigada de homicidios tiene que investigar el asesinato de unas mujeres que eran trasladadas en un contenedor para ejercer la prostitución.
Avon Barksdale el narcotraficante condenado en la primera temporada pasa su pena en prisión y desde ahí intenta controlar su negocio.
La peli está contada desde diferentes puntos de vista y en estos diversos escenarios.
Seguimos el duro trabajo policial y nos introducimos ocasionalmente en las vidas de estos servidores de la ley.
Como fondo está el decorado de una ciudad corrompida con marginalidad, drogas, delincuencia, paro y pobreza.
Tiene un claro carácter desmitificador tanto de los delincuentes como de los policías.
Desde prácticamente su estreno se convirtió en una peli de culto.
Emitida mil veces por televisión. La he visto en un montón de ocasiones.
La vuelvo a ver porque Elena está haciendo un curso de guión y uno de los ejercicios consiste en fijarse en la importancia de la voz en off.
Hay mil anécdotas sobre su realización.
La palabra “fuck” y sus otros tiempos se utilizan 321 veces, un promedio de 2,04 por minuto. Alrededor de la mitad de ellos se dicen por Joe Pesci.
El famoso plano secuencia de la entrada al club por la cocina, una auténtica maravilla, fue pensado por Scorsese ante la negativa de la discoteca que filmaran la puerta principal.
Alguna escena se improvisó, como la famosa “te parezco gracioso“, las reacciones de los mafiosos son reales.
La mayoría de los hechos que se relatan son verídicos, incluyendo el gran atraco.
Scorsese estuvo pendiente de todos los detalles, incluso del nudo de la corbata de los protagonistas.
El director de El lobo de Wall Street da una gran lección de cine, desde entonces ha perfeccionado su estilo.
Mueve la cámara continuamente, gusta de planos secuencia con auténtico virtuosismo, sorprende al espectador mostrando los planos desde puntos de vista de lo más diverso. Hay una gama de recursos narrativos apabullantes.
Pero, ¿porqué el uso machacón de la voz en off?
¿Porqué insistir en lo que ya estamos viendo?
¿Porqué relatar los sentimientos que podemos imaginar o suponer?
Este tipo de cine explicativo que trata al espectador como tonto me pone de los nervios.
En peli de Coppola no hay ni una sola voz en off, hay muchas cosas que se intuyen que se perciben y eso la convierte (además de otras cosas) en una obra maestra. Cuando hay que presentar a los personajes Michael Corleone se los va contando a su novia Kay Adams y no hace falta más.
Estoy convencido que si se editara Uno de los nuestros eliminando este recurso mejoraría dramáticamente.
Aún así me parece una peli interesante, pero a años luz de la Trilogía de Coppola.
La frase “desde que tengo memoria siempre he querido ser un gángster” ha pasado a la historia. Pero esto ¡era en voz en off!