Hemos estado una semanita en Praga y lo hemos pasado fenomenal.
Praga es una ciudad estupenda con muchas cosas que ver que está llenita de turistas. No te haces bien idea de como son los praguenses porque casi solo se ven turistas.
Tiene una red de tranvías estupenda que te llevan a cualquier sitio, hay tranvías circulando con más de cien años y otros supermodernos. E
l tranvía es un medio de transporte que me recuerda mi infancia en Zaragoza (la mejor ciudad del mundo) y por eso viajar en tranvía tiene un punto de nostalgia.
Por cierto los billetes de tranvía, que también sirven para el metro y el autobús, se pueden comprar en la recepción del hotel.
Hay unas visitas guiadas gratuitas en castellano que se colocan cerca del Reloj Astronómico y que salen a las once para ver el centro de Praga y a las dos de la tarde para visitar El Castillo. Nosotros hicimos la visita de las once con una guía mejicana que se llama Sony.
Ya habíamos visto bastantes cosas por nuestra cuenta. Las dos horas de tour fueron estupendas. La energía, la emoción y las ganas que trasmitía Sony eran extraordinarias. Una visita imprescindible.
Sony nos recomendó un mercadillo para comprar souvenirs que resultó estupendo en Havelska, con puestos de fruta y de recuerdos mezclados. Allí me compré un gorrito de piel estilo soviético que ya os enseñaré.
La comida es más barata que en España. Hemos cenado varias noches por 4 ó 5 euros por persona.
Un día comimos en la cervecería U Flekú donde van repartiendo unas jarras impresionantes de cerveza negra y comí un gulás que me emocionó. Un local muy típico, tal vez demasiado turístico, donde un par de músicos tocaban el acordeón y el saxofón.
Nos preguntaron de dónde éramos y nos tocaron Que viva España y Clavelitos. La verdad es que no llegué a conmoverme.
Una noche cenamos en Certovca un restaurante a la orilla del Moldava a la entrada de la isla de Kampa. Al restaurante se accede por la calle más estrecha del mundo, solo cabe una persona y hay un semáforo que regula el paso. Es un sitio caro, nos costó 1.700 coronas checas para los tres pero el codillo es extraordinario.
En el cambio de euros a coronas te suelen timar descaradamente. Te ponen 24 coronas un euro en los carteles y solo te dan poco más de 20. El sitio que mejor cambiamos fue en el hotel.
Hay algún praguense simpático pero en general son bastante bordes. El premio a la bordería se lo doy a una señorita en una oficina de change en la Plaza de la Ciudad Vieja y a otra joven en el aeropuerto que ayuda a los viajeros a hacer el check-in.
Esperaba encontrar puestos de salchichas por todas partes como en Berlín y no es así, solo en la Plaza de Wenceslao, aún así procuré tomar salchichas todos los días.
Los taxistas de Praga no son de mucha confianza. Es conveniente negociar el precio de la carrera antes de nada, sino ponen el taxímetro en marcha y te dan el paseo del siglo. Con los que traté no eran muy simpáticos.
El checo es un idioma imposible, hay palabras que llevan cuatro acentos y las consonantes también se acentúan.
Pero a los pocos días ya me defendía y terminé hablando con cierta soltura.
El inglés lo habla todo el mundo y Elena y Mar son prácticamente bilingües por lo que no ha habido ningún problema.
Pero el idioma que más se oía era el castellano, por dos razones. Porque había españoles por todas partes y porque somos los que más chillamos (junto con los italianos).
En general la impresión sobre Praga es muy buena, es un sitio que merece visitar sin prisas.
Muchos besos y muchas gracias.
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
Colaborador de Esradio Guadalajara y Alcarria TV
Canal de YouTube: HolaSoyRamónVídeos
Todos los post ordenados alfabéticamente. Para buscar una crítica de una peli de forma sencilla…
.
.