A Elena siempre le han gustado las pelis de nazis (y a mí también).
Nos decidimos a ver esta producción francesa.
La parte inicial relata el ascenso dentro en el mundo nazi de Reinhard Heidrych, interpretado por un más que convincente Jason Clarke.
La segunda se centra en las peripecias de dos jóvenes que aterrizan con sus paracaídas en Praga para cargarse al malvado alemán.
Mientras la primera es muy interesante con el retrato de un psicópata, que es impulsado por su ambiciosa esposa, una especie de mujer fatal gamada.
En la segunda el relato del atentado y los preparativos resultan rutinarios, incluso irritantes.
Porque estos dos soldados se echan novia, cumpliendo con los requisitos necesarios para componer el telefilm más rutinario que se puede idear.
La fotografía es muy bonita con planos virtuosos que no pueden disimular la falta de fuerza narrativa de una historia que podría haberla tenido y se ha quedado en muy poco.
Rosamun Pike interpreta a una nacionalsocialista cautivadora. Tal vez el que se la eche de novia estaría destinado a idear “la solución final”.
Se ha vuelto más cruel, más insensible y más digital.
El dinero no cumple el viejo axioma que se aplica a la energía. Eso que ni se crea, ni se destruye, solo se transforma.
El vil metal se genera y se esfuma y lo vemos todos los días en la bolsa.
Algo que valía mil, al final del día vale 1050 ó 935.
En este juego perverso del capitalismo jugamos todos.
Todos tenemos acciones, fondos de inversión, planes de pensiones, cuentas corrientes, hipotecas o viviendas adquiridas.
Todos queremos hacernos ricos, o menos pobres dando un pelotazo.
(No conozco a nadie de esos del pelotazo. Esos solo los dan los ricos).
Vivimos también en una cultura de la avaricia.
Queremos tener más y nos olvidamos de vivir mejor.
Los muy ricos quieren hacerse con más dinero y se vuelven insaciables.
Nunca he entendido esa avaricia tan patológica.
Por ejemplo, el señor éste dueño de Zara.
Tiene dinero a espuertas y deslocaliza en países del sudeste asiático para ganar más.
Quédate en tu país crea puestos de trabajo y ayuda a la economía española.
Ganas menos, pero eres un tío horado y benefactor.
Si ya tienes un dineral, ¿para qué quieres más pasta?
No comprendo la avaricia de los que crean cuentas en Panamá o sabe Dios, para eludir pagar impuestos aquí.
Pero si Hacienda se queda un porcentaje de lo que ganas. Solo de lo que ganas.
Vale la pena el oprobio y la vergüenza por unos cientos de miles más o menos.
No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.
Respeto profundamente al que trabaja poco, solo para subsistir y disfrutar de la vida con lo que tiene.
Jodie Foster intenta hablar de estas cuestiones en esta peli.
Aunque ella, (tal vez) no lo sepa, consigue que no me caiga bien ninguno de los personajes.
George Clooney interpreta a una especie de showman televisivo, gurú de las finanzas que como todos los economistas nunca acierta.
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No hace periodismo, hace divertimento barato del de Tele 5.
Le importan las audiencias y su cuenta corriente.
Julia Roberts es la directora del programa Money Monster, telebasura. Lo sabe, pero sigue en ello.
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La ética, la profesionalidad son secundarios ante el dinero.
Jack O’Connell interpreta al tonto que se ha dejado influir por los consejos de un programa de eme y cuando pierde dinero quiere encontrar un responsable.
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Es cierto que lo han engañado, pero se ha dejado engañar.
Él se considera un fracasado y su novia embarazada se lo deja bien claro.
Tal vez creía en el “sueño americano”.
Quería hacerse rico.
No aprecia lo que tiene.
Su novia es estupenda, va a ser padre, tiene salud, pero no es rico.
Es capaz de amenazar con la muerte y la destrucción de una bomba porque no es rico.
Tampoco me puede caer bien.
No deja de ser un miserable.
Aunque Jodie Foster se empeñe en presentárnoslo como una víctima solo se mueve por el dinero.
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Ni todo el dinero del mundo vale lo que una vida humana.
Dominic West interpreta al empresario fraudulento y avaricioso.
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La directora nos introduce una trama rocambolesca de huelgas en minas de platino de Sudáfrica que no tiene ni pies ni cabeza, al final de la peli.
Porque está empeñada en hacer una peli de denuncia social que sea atractiva al espectador para lo que se ve obligada a introducir elementos de thriller.
El grave problema, su grave problema, es que no tiene claro lo que quiere denunciar.
Compone un producto supuestamente seductor.
Musiquilla que te invita a sentir emociones según la escena, montaje trepidante, fotografía saturada, trucos de guión, secundarios molones, escenas de sexo gratuitas…
Jodie has hecho un producto capitalista para que la gente vayamos al cine nos tomemos un litro de Coca-Cola y un bolsón de palomitas y nos sintamos por unos segundos confraternizados con un puto terrorista porque le han timado en bolsa.
¡Estás contenta acabas de contribuir al capitalismo y encima te crees mejor que muchos porque has hecho algo que puede parecer denuncia social!
Dicho todo esto, la peli es entretenida.
Un señor, una fila delante de mí, cuando llevábamos cinco minutos de peli, abrió su tablet y se puso a jugar al Sim City.
No es broma. Me desconcertó. Me cambié de sitio. Me distraía demasiado.
El cine ha dado muy buenas aproximaciones al drama carcelario y grandes bodrios.
Convicto retrata a la perfección un tipo de personaje que se padece en las cárceles.
Eric Love es un muchacho que ha pasado su vida, primero en casas de acogida y después en reformatorios.
Ha sabido adaptarse al mundo penitenciario. Es lo único que conoce.
David Mackenzie lo explica de manera magistral en los primeros minutos de la peli.
El muchacho llega a un penal de adultos y realiza de manera concienzuda todo lo necesario para sobrevivir en una prisión. Desde luego que no es un pardillo. Se sabe a la perfección el Manual del buen caco.
Con esto Mackenzie demuestra que se ha preparado bien el tema, que parte de la realidad para hacer su peli.
Porque el director sabe huir de estereotipos falsos para dar verosimilitud a su trama.
El joven Love hace lo que ha aprendido. Para sobrevivir en un mundo hostil se ha hecho violento.
Sus enemigos son los carceleros y los presos, osea todos los que le rodean. Es un alumno aventajado y domina todas las técnicas para la violencia. Es un psicópata.
El ejemplo que recibe de su padre es el mismo que ejecuta. Su progenitor está empeñado en domesticarlo, pero el prototipo que da es justamente el contrario.
Entre ellos, padre e hijo, hay una relación difícil, más bien imposible de amor-odio que solo puede desembocar en la violencia teñida de cariño y de culpabilidad.
Mackenzie domina bien los tiempos ejecutando una peli electrizante, que te deja sin habla y pegado (más bien acojonado) a la butaca. Sin que la acción dé un momento de respiro.
Contado con una verosimilitud absoluta. Sin trampas de guión, yendo al grano. Sin artificios formales. Con una fuerza narrativa imparable que te hace desear que la peli no acabe, aunque posiblemente no consigas soportarla.
Una peli imprescindible.
Lo mejor que he visto en este (hasta ahora) penoso 2015.
Creo que Angelina está empeñada en demostrar que es algo más que una cara bonita y un cuerpo perfecto y además distanciarse (artísticamente) de su pareja, el también divino Brad Pitt.
Invencible es un biopic del corredor olímpico Louis Zamperini. Cuenta las penalidades que pasó como náufrago y después prisionero de guerra en Japón.
Jolie realiza una peli de corte clásico bien construida, con una cámara adecuada.
Intenta realizar un relato épico, un canto a la perseverancia y al sacrificio.
La factura técnica es perfecta.
El personaje principal, interpretado por Jack O’Connell, ocupa casi siempre la pantalla, no dejando oportunidad a otros personajes para destacar.
Hay que hacer la excepción del malvado psicópata Sargento Watanabe, genialmente interpretado por Takamasa Ishihara. Un malo como Dios manda que le roba todos los planos en los que coincide al protagonista.
Angelina ha sido astuta en no permitir la participación de actores conocidos para evitar que le hagan sombra.
Porque esta peli está concebida para ser un éxito comercial y en los óscars.
Diseñada con el molde adecuado para agradar a los viejos académicos de Hollywood.
Historia de superación, donde el bueno es mejor y el malo (japonés para no equivocarse) es malo hasta decir basta.
Con el típico epílogo “Happy End”, tan empalagoso como innecesario e irritante.
A la Jolie, como a cualquier otro director, le tenemos que pedir que su peli sea especial. No hay que conformarse con hacer un buen producto, por muchos premios que obtenga.
Los hermanos Coen son dos de los tres guionistas de esta peli, pero tampoco se nota su mano en el resultado final.
Le supongo a Invencible premios y nominaciones. Está pensada para eso.
No digo que no me gustara, solo que ya la había visto.
Es mucho más divertido pensar en la peli que verla.
Hay unos griegos musculosos con el torso al aire y los muslos al viento, van muy arregladicos con su barba y su depilación corporal láser. Un estilo muy metrosexual.
Pero para pectorales y tableta de chocolate los espartanos. ¡Qué hombretones! Su reina es Lena Headey la actriz de Juego de tronos pero aquí no es tan malévola.
Los malos van tapadicos y sangran una barbaridad, son más flojos. Tienen un rey que es una especie de Drag queen, la reina de los complementos (mucha bisutería).
Por lo dicho parece todo muy gay… Pues sí, la verdad.
La mala (que en realidad es la mejor) ha tenido una infancia más que infeliz, catastrófica, pero está muy buena.
Están todo el rato matándose y salpica hemoglobina por todas partes y lo van dejando todo perdido.
Hay una escena estupenda. Temístocles y Artemisa (la mala buenorra) se entrevistan. Se lían y hacen un coitobarrapelea memorable.
Todo esto contado con una grandilocuencia que parece que sube el pan dos duros. Todo lleno de momentos tan intensos como tediosos.
La frase de Artemisa a Temístocles: “peleas mejor que follas“.
Si es que ya lo digo yo: tanto esteroide produce atrofia genital.