Hemos visto, Elena y yo, las siete temporadas seguidas. 86 episodios que en minutos serán unos 4.200, unas 70 horas.
Hemos disfrutado y padecido con las aventuras y desventuras de Don Draper, Peggy Olson, Pete Campbell, Betty Francis, Joan Harris, Megan Draper y muchos más personajes.
Mad Men nos cuenta la vida de unos publicitas en la América de los sesenta.
El retrato de los personajes es formidable. Especialmente de Don Draper con una infancia triste y un pasado turbio.
Este personaje refleja bien un tipo de personas, incapaces de disfrutar de las cosas de la vida, insatisfecho de manera permanente.
Casado sucesivamente con dos mujeres maravillosas, hace todo lo posible para romper su matrimonio.
Bebedor hasta el aburrimiento, fumador empedernido. Posee ese fondo autodestructivo. Inteligente, genial, a veces, cae en la frustración cuando su vida podría ser perfecta.
Solo cuando se ve solo y derrotado, cuando lo ha perdido todo encuentra la esperanza en recuperarlo.
Es un perfecto representante de la sociedad de consumo. Ese tipo de sociedad que él fomenta y eleva con su publicidad, invitando al consumo de productos innecesarios o peligrosos.
El actor Jon Hamm clava el personaje, que posiblemente le perseguirá el resto de su vida artística.
Mad Men es el retrato de muchos personajes, pero también es la representación de una época, los años sesenta.
Una década convulsa, llena de cambios, de nuevas ideas, de nuevas modas. Donde el crimen de estado era una noticia que convulsionaba a un país periódicamente.
Me encanta observar como las faldas de las chicas se iban acortando capítulo tras capítulo. ¡Qué gran invento, la minifalda!
Pero Mad Men también es el retrato del capitalismo. Donde las empresas se fusionan, se absorben, donde los empleados se despiden porque sí.
En la Agencia de Publicidad Sterling Cooper de Madison Avenue en Nueva York se observa la estratificación social de manera perfecta. El personal de limpieza prácticamente invisible, las secretarias, los publicitas, los agentes de cuentas, los directivos, los socios… las esposas.
Podría hablar mucho de cada uno de los personajes. Todos muy bien retratados con alma, con esencia. Contradictorios, imperfectos, vacíos, superficiales…
Porque en Mad Men no hay buena gente, todos tienen facetas poco agradables.
Tal vez no tenga el nivel narrativo de Los Sopranos o el enganche de Juego de Tronos, o la tensión de The Walking Dead, pero Mad Men es una de las grandes series de televisión.
Quedan siete episodios para terminar la séptima temporada y dar por finiquitada la serie en 2015. Veremos como acaba.
Muchos besos y muchas gracias.
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