Está claro que el tiempo ha endurecido mi espíritu. Ahora me he fijado en otros aspectos que en la década de los noventa no me parecieron importantes o, simplemente, no fui consciente de ellos.
Stone me introduce en una vorágine efectista de imágenes para sumergirme en una pesadilla.
Es un maestro del montaje. Sorprende como combina, sin pudor, técnicas fotográficas y planos que provocan, ante todo mareo, pero también ansiedad.
Se trata de un ensayo sobre la violencia y cómo los medios de comunicación, primero y la sociedad después, elevan a la categoría de héroes a despreciables psicópatas, sin respeto alguno a la vida humana.
Porque Micky y Mallory, no me despiertan la menor empatía. Solo me parecen dos idiotas que disparan sin escrúpulos.
Lo que hace dos décadas me impactó, ahora solo me ha entretenido.
Después de ver Stranger Things 2 decidimos dar un cambio radical y ver esta serie británica.
Unos días antes había visto un cartel inmenso cubriendo la fachada del edificio Torre España al final de la Gran Vía madrileña. Era publicidad de Netflix promocionando esta serie. Su tamaño me impresionó.
Se trata de un producto muy british. Correctísima ambientación, decorados al detalle, fotografía excelente, actores impecables… todo muy perfecto.
Cuenta los prolegómenos y el reinado de Queen Elizabeth II hasta 1962. Dos temporadas con 20 capítulos en total de casi una hora. Habrá tercera temporada.
Voy a dar dos visiones diferentes . La de un monárquico de toda la vida y la de un republicano de nacimiento. Son contradictorias y complementarias.
El monárquico:
Hay aspectos muy interesantes en esta serie inglesa.
La monarquía británica, como las del resto del mundo, se han visto turbadas por inmensas dificultades y por el cuestionamiento general supuestamente democrático.
Además la Reina Isabel Segunda tuvo que demostrar que podía ejercer de jefa del estado, “a pesar” de su juventud y de ser mujer.
La serie nos cuenta las dificultades que le van atacando durante su reinado. Por un lado los problemas familiares, que son muchos y diversos.
Por otro los políticos. Con dignatarios torpes, ancianos y enfermos.
La soledad del poder queda de manifiesto porque los apoyos que encuentra en su esposo y en sus colaboradores son ocasionales.
Su hermana, su madre y su tío en el exilio no le dejan de producir cefaleas tensionales.
Pero hay un aspecto básico que se plantea en la peli es el de la designación divina de la corona.
No es el pueblo ignorante e influenciable el que decide a su capricho al Jefe del estado, sino Dios que determina a través de la genética quien ocupara un cargo que no debe estar sujeto a los vaivenes de la política.
La Reina Isabel lo sabe y ocupa su puesti con esa dignidad que solo puede venir si detrás está la mano divina.
La presión del republicanismo obliga a esta monarquía a “adaptarse a los nuevos tiempos” consintiendo matrimonios morganáticos que ensucian la pureza de una sangre real y cesiones hacia el populacho que componen una “monarquía más moderna“.
La Reina tiene que lidiar con la falta de responsabilidad de su tío y de su hermana Margarita que no sabe el lugar que le corresponde ni la trascendencia histórica de sus acciones.
Tampoco ayuda Prince Philip, Duke of Edinburgh, un personaje trascendental en la serie que, a veces, supone una carga y no un apoyo para la reina.
Hay hechos que se exponen en la serie que deberían haber sido ocultados, porque en nada benefician a la Corona, como el pasado nazi de David, Duke of Windsor y su disipada vida al lado de una divorciada.
La serie me ha gustado, pero no es bueno que el pueblo reciba tanta información, la Monarquía ha de mantener su halo de misterio, para que sea venerada y respetada.
El republicano:
La serie retrata una monarquía que había salido victoriosa de la Segunda Guerra Mundial, por el apoyo norteamericano y por el frente ruso que supuso la derrota alemana.
La Reina Isabel tiene que ocupar más tiempo en solucionar los problemas familiares que los de estado.
Su figura es casi siempre decorativa e inútil en la política británica.
Hay algo de repugnante intelectualmente en esta institución.
Su principio es que el poder, la jefatura del estado de un país, son hereditarios. Hay una familia tocada por la mano divina que va a ser para siempre la que ostentará el poder, sin contar con la voluntad popular.
Eso se muestra bien en la serie que además nos explica como una educación apartada de la realidad, con tutores, consigue que una analfabeta funcional ostente la corona.
Difícil situación la de la Monarquía que se tiene que mantener en la defensa de las más tristes tradiciones y, al mismo tiempo, conseguir la necesaria actualización. Lo primero resulta imposible y lo segundo rompe la propia estructura de la monarquía.
Una institución así tiene sus códigos, estúpidos, pero imprescindibles, si los rompe fractura su propia esencia.
Pongo un ejemplo. Podemos decir que un rey se puede casar con quien quiera, que da igual que sea divorciada, pero si la monarquía incumple sus tradiciones, sus principios de evitar los matrimonios morganáticos, ¿qué le queda?. Se convierten en personas normales y eso aniquila la esencia de la propia monarquía. Si son simples mortales, deberán estar sujetos a la voluntad popular.
Muchas de estas cuestiones son planteadas, con acierto, en esta producción.
Un aspecto muy interesante de la serie es el pasado nazi del depuesto Rey Eduardo VIII del Reino Unido. No está mal dejar claras las cosas.
Una serie interesante en su complejidad que nos desvela secretos de la historia británica y cotilleos de la familia real.
Bellísima Vanessa Kirby interpretando a la Princesa Margarita.
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Cruel la infancia que padeció el Principe Carlos.
Estupendas las juergas del Duque de Edimburgo, menudos viajes de placer que se daba.
Increíble las imágenes de la reina madre viendo telebasura.
Impresionante la interpretación de John Lithgow haciendo de Winston Churchill.
Soberbia Claire Foy actuando de manera perfecta como Queen Elizabeth II.
Nos cuenta una historia sobre amoríos entre médicos cooperantes en conflictos bélicos africanos.
La trama le cuesta arrancar y cuando lleva más de media hora de metraje aún no ha pasado nada.
Resulta irritante la banalización con la que se describe la actividad sanitaria. Da la impresión que se nos presenta una especie de circo, de parque de atracciones del sufrimiento.
Además para más inri, hay una presentación de pornografía de las heridas humanas, con recreo en montones de muertos con moscas o de mutilaciones o de tiros en la cabeza.
Se pretende una denuncia de situaciones terribles, con discursos supuestamente emotivos.
Pero todo resulta impostado, falso, vergonzoso, traicionero.
El cómo:
Para colmo de desgracias Sean Penn nos ofrece una dirección tremendamente pretenciosa, llena de planos desenfocados, como queriendo dar un tono onírico romántico que es lo que menos necesita esta penosa historia.
Con picados y contrapicados sin ton, ni son.
Un intento constante de destacar en la dirección, con efectos supuestamente estéticos, que hacen la película insoportable.
No sabe sacar partido de dos grandes actores, Charlize Theron y Javier Bardem, que hacen lo que pueden con papeles imposibles y que en algunas escenas llegan al ridículo.
Compartí butacas con mis jóvenes y espabilados amigos Claudia, David y Diego. Para mí un placer y un honor que quieran acompañarme a mi sesión doble de los miércoles.
Hubo un momento en el que nos partimos de risa.
Javier Bardem interpreta a un médico español mujeriego y mentirosillo, un pichabrava.
La insoportable voz en off que acompaña casi toda la peli nos explica que es uno de los huérfanos de la Transición española. Solo le faltó decir de la cruenta transición, como si hubiera habido miles de muertos.
El porqué:
Cuando se analiza una peli es la tercera pregunta que se debe hacer.
La respuesta la debe buscar dentro de sí Sean Penn.
Yo solo encuentro una.
Su inmenso ego le ha llevado a contar una historia terrible, pero para hacerla comercial ha cogido dos actores de primera con un lío de amoríos por medio.
Todo adornado con supuestos bellos planos de infinita pretenciosidad, con el único objetivo de obtener premios y consideración.
Zemeckis ha querido componer una historia de amor y espías.
Le ha salido sobre todo melodrama.
Con un estilo clásico, reposado, con las mínimas estridencias.
La peli podría pecar de falta de nervio, de energía, pero a mí me parece que tiene la suficiente para encandilar al espectador.
Tal vez sea una peli pasada de moda.
Lo que se lleva ahora son escenas de acción frenéticas y persecuciones con derrapes.
De eso carece Aliados y eso es probablemente su mayor encanto.
Tenía ganas de ver una peli en la que la emoción sea la justa, pero lo suficientemente verdadera para que me llegue.
Marion Cotillard estupenda, maravillosa.
Lástima que Brad Pitt no esté a la altura. Parece que se quisiera contener para evitar los celos de Angelina, pero eso con Marion enfrente es imposible.
Zemeckis quería hacer un clásico y lo ha conseguido.
Nadie puede poner en duda que Guy Ritchie sabe dar un sello personal a sus pelis.
Aquí intenta hacer un 007 disfrazado de Agente de C.I.P.O.L.
La trama no es nada del otro jueves, las actuaciones no son para echar cohetes, pero la ambientación sesentera, el vestuario y la atmósfera están muy bien conseguidos.
Ritchie construye una peli divertida, con mucho humor, pero intrascendente.
Pero sabe darle ese toque de autor, ese aire personal que le identifica, con algunas escenas brillantísimas que salvan el conjunto.
Destacar la presencia de la bellísima Alicia Vikander, que tiene un nombre a lo Chiquito de la Calzada, y ya descubrimos en Ex Machina de Alex Garland.