Entra en materia desde el principio y todo lo que ocurre, aunque previsible, resulta entretenido y moderadamente emocionante.
Los humanos tenemos la tendencia (natural?) de hacer un espectáculo de todo.
Visitamos zoos, safaris park, visitas guiadas… Hacemos de la naturaleza un teatrillo para nuestra efímera diversión.
De ahí que la tecnología que se nos presenta en Jurassic World no es para conocer unos animales extintos sino para recrearlos y generar diversión y en consecuencia actividad económica.
Lo mismo que ocurre la peli se extrapola la producción cinematográfica. Se da más de lo mismo, pero aumentado y desproporcionado.
Veintidós años después, ver los dinosaurios ya no causa ninguna impresión, nos hemos desensibilizado a las maravillas de la técnica. A nadie se le va a ocurrir decir que los efectos especiales son magníficos. Se da por hecho.
Lo que más llama la atención es la pareja protagonista.
Chris Pratt que es el nuevo Harrison Ford de siglo XXI, que sabe darles a sus personajes, como ya hizo en Guardianes de la galaxia de James Gunn, un tono socarrón y simpático.
De hecho ya se rumorea que podría protagonizar Indiana Jones 5.
El gran efecto especial de la peli es ver correr a Bryce Dallas Howard con tacones de punta durante toda la peli sin que padezca un esguince de tobillo.
Esta actriz llevaba en dique seco desde hace 3 años, desde que se estrenara Criadas y señoras (The Help) de Tate Taylor, aunque este año ha estrenado algún corto. Parece que recobra vida.
Entre los dos actores hay buena química. Posiblemente lo que más se recuerde de la peli no sea el Dominator (o como se llame) Rex sino el beso de la parejita.