Gonzalo Tamayo es un treintañero o casi.
Es nini o casi.
Tiene algún trabajillo.
Estudia (poco) la última asignatura de su carrera.
Es tranquilo. Desea a su prima. Da clases a un niño vecino por cuya madre también se siente atraído (¿quién no desearía a Bárbara Lennie?).
Pero hay una cosa que tiene clara, una especie de motor de su vida: quiere apostatar.
La Iglesia le lleva por los senderos sinuosos y oscuros de la burocracia.
Argumenta brillantemente sus razones, pero se encuentra con un muro que se lo impide.
La historia discurre tranquila, episódica, con recuerdos de la infancia y ensoñaciones del protagonista.
Álvaro Ogalla interpreta de manera brillante, pero modesta su papel. Consigue que empatice con él.
Se trata de una peli sencilla, pero destacable dentro de sus limitaciones.
Una apuesta divertida e interesante.
Muchos besos y muchas gracias.
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
Colaborador de Esradio Guadalajara y Alcarria TV
Canal de YouTube: HolaSoyRamónVídeos
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