Hablamos de un torbellino de imaginación lleno de ocurrencias, al menos simpáticas.
Repleta de detalles, que se escapan al ojo poco entrenado del espectador.
Todo este aluvión es al mismo tiempo divertidamente positivo y un lío descomunal que al no dar respiro produce una cierta fatiga.
No hay momentos de descanso, la peli avanza imparable y te impide la reflexión sobre lo que estamos observando, para al final volverse ñoña con la presencia del insoportable Will Ferrell.
Ese epílogo con el interés de darle moralina, además de innecesario, es pernicioso.
La reivindicación del hombre corriente enlaza con clásicos del cine como ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra.
Habrá dos para 2018.
Muchos besos y muchas gracias.
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
Colaborador de Esradio Guadalajara y Alcarria TV
Canal de YouTube: HolaSoyRamónVídeos
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