Esta peli y su visita a Corea para animar a las tropas americanas hicieron de Marilyn Monroe el gran mito erótico del siglo XX.
La Monroe interpreta a una femme fatal que va a arrastrar a su esposo y a su amante al desastre.
En contraposición está la recatada, prudente y perfecta esposa Jean Peters.
Henry Hathaway supo manejar bien ese contrapunto femenino y situar la acción en una ambiente indómito como las cataratas del Niágara que actúan como un personaje más y que representan la imposibilidad de control de una situación que se sale de madre.
Hay un par de largos planos en los que vemos alejarse el culo de Marilyn con ese contoneo tan suyo, que provocaba cortándose dos centímetros uno de los tacones de sus zapatos.
Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención es la fotografía. El juego de luces con las persianas es extraordinario. El momento en el que Marilyn va a ser asesinada por su desquiciado (por ella) esposo y se la ve luminosa sobre un fondo rojo es absolutamente maravilloso, se produce un fuera de campo y evitamos ver el homicidio y la cámara nos muestra un plano cenital con el carrillón de ese campanario estéticamente horroroso pero que ocupa un papel importante en la peli.
El maquillaje de la Monroe es excepcional e impresiona verla salir de la ducha perfectamente arreglada o en la cama por la mañana, con un tono artificioso que le da un aspecto de fresca o de guarrona que la hace más atractiva.
Muchos besos y muchas gracias.
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
Colaborador de Esradio Guadalajara y Alcarria TV
Canal de YouTube: HolaSoyRamónVídeos
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