El Hombre Hormiga era un personaje que la Marvel había reservado para hacer peli, pero está entregada a una sucesión de aventuras superheroícas y se ha decidido a sacarlo del baúl de los recuerdos.
Ant-Man pretende combinar acción y humor, una mezcla que suele funcionar, pero aquí fracasa.
Asemejarla, como ha hecho alguno, con Guardianes de la galaxia es como comparar a Dios con el Diablo.
Las escenas de acción funcionan medianamente bien, pero son escasas.
El rollo de los científicos, con grandes egos, enfrentados para defender uno el bien y otro el mal, está demasiado visto y resulta tedioso.
Paul Rudd pone cara de aburrido durante toda la peli y parece que hiciera su papel con desgana. Casi había conseguido olvidarlo de cuando era novio de Phoebe Buffay (Lisa Kudrow) en la serie Friends.
La ex-perdida y ex-elfa Evangeline Lilly da la impresión que se ha retocado los labios y la han dejado fatal. La química con el Hombre Hormiga es nula. Cuando se besan resulta chocante y penosamente previsible.
El también retocado Michael Douglas aburre, sin el más mínimo interés.
Puro vicio ha despertado opiniones encontradas. Muchas positivas y algunas negativas.
Pongo dos ejemplos:
Luis Martínez: Diario El Mundo:
“Puro cine, cine vicio. (…) el más brillante, contradictorio y dolido ejercicio de cine del año (…) deslumbrante monumento cinematográfico de Paul Thomas Anderson”
Carlos Boyero: Diario El País:
“Voy a leer la novela (…) para descifrar el enigma de si el material literario que ha adaptado al cine Paul Thomas Anderson es tan vacuo, insoportable, absurdo, inútilmente kilométrico como su película.”
Yo no soy devoto ni detractor de Paul Thomas Anderson. Lo cual me permite ser más imparcial.
Puro vicio es un thriller disfrazado de comedia.
Su estructura narrativa y sus elementos básicos son de cine negro.
Hay un investigador privado con pasado turbio, una mujer fatal, polis corruptos…
Hay algo que recuerda El sueño eterno o, incluso, Chinatown, salvando las distancias, por supuesto.
Hay un claro homenaje a El gran Lebowski. Doc nos recuerda mucho a El Nota.
Pero la narración está filtrada por la psicodelia de una época, los años setenta, y la del personaje.
Porque Larry “Doc” Sportello es un porrero de tomo y lomo. Él mismo llega a poner en duda la percepción de la realidad.
Ese estado de embriaguez cannábica se trasmite al espectador que se plantea también qué es verdad y qué es fruto de las drogas.
Eso unido a una historia alambicada en donde todo el mundo parece mentir hace que la trama sea algo más que confusa, casi enigmática.
En varias escenas anduve perdido en una maraña de diálogos, donde se mencionan personajes con nombres en inglés.
Hay una comicidad subyacente que resulta chocante en diversos momentos, pero que la hacen muy divertida.
Van apareciendo un montón de actores con papeles más o menos largos y absurdos, pero todos se drogan.
Joaquin Phoenix no reluce, su interpretación es demasiado plana y su presencia constante en la pantalla llega a aburrir.
A mí me ha gustado, a pesar de sus defectos, pero en absoluto me parece una peli colosal.
Si no la firmara Paul Thomas Anderson habría pasado desapercibida.