Se trata de una de las primeras pelis de David Samuel Peckinpah (Fresno, California, 21 de febrero de 1925 – Inglewood, California, 28 de diciembre de 1984).
Compañeros mortales es un western que tiene solo parte de las características de su autor.
Al ver esta peli no podemos encontrar las marcas que el californiano imprimía en sus pelis. No hay violencia desmedida, ni cámaras lentas…
Pero sí se puede encontrar la épica de lo crepuscular.
Brian Keith interpreta a ese veterano de la Guerra Civil Americana, combatiente con la unión que herido y casi inválido para su profesión de pistolero, es movido solo por la venganza.
Maureen O’Hara una viuda luchadora que al perder a su hijo tiene la insensata y romántica idea de enterrarlo con su padre.
El viaje que los dos marginados sociales es, como siempre, un trayecto lleno de peligros y de transformación personal, donde al final pueden encontrar un mínimo de felicidad.
A pesar de un montaje chapucero y de algunas escenas mal resueltas, el estudio de los personajes salva la peli.
Hay que dejar claro que el montaje final se debe a los productores. Peckinpah mantuvo durante toda su vida una, digamos, difícil relación con los productores, siendo sus discusiones legendarias.
Ya se vislumbran algunos de los elementos característicos de este cineasta, al que pienso dedicar un ciclo.
Me despierto después de una larga siesta. Me asomo a la terraza y seguía lloviendo a mares. Es lo que tiene la gota fría.
En un hotel de playa si no hay sol y calor estás más perdido que un torero al otro lado del telón de acero.
Enciendo el televisor. Comienzo a hacer zapping. En la Sexta 3 Sean Thornton acababa de bajarse del tren en Castletow y preguntaba como llegar a Innisfree.
Me invade una gran felicidad. Pongo el sillón delante del televisor y comprendo que voy a pasar una tarde estupenda viendo The Quiet Man.
Considerada como una de la mejores pelis de la historia del cine.
Ford compró los derechos quince años antes que consiguiera la financiación necesaria para rodarla. Los productores la consideraban una historia ñoña.
Desde su estreno fue valorada como una peli de culto, una obra maestra.
Obtuvo dos oscars, al mejor director y a la mejor fotografía en color, y siete nominaciones.
Con esta peli se demuestra lo gran director que era John Ford y lo gran actor que era John Wayne.
Él era el primero que se minusvaloraba. El propio Ford se definía como hacedor de westerns. Aunque Orson Welles opinaba que los tres mejores directores de la historia del cine eran: John Ford, John Ford y John Ford.
John Wayne tampoco fue considerado un gran actor a pesar que demostrara lo contrario en muchas películas. Hombre con un físico impresionante. Interpretó magistralmente papeles muy diferentes.
Como siempre, en las películas del genial director, todos los personajes tienen pasado y cargan con él. En absoluto son personajes planos.
Se ha dicho que Ford pretendía reflejar el verdadero espíritu irlandés. Y lo consigue. Vaya que lo consigue.
Nos pinta a unos irlandeses obstinados, tercos, amantes de las peleas y de la cerveza, aferrados a sus costumbres…
Si bien es verdad que en El hombre tranquilo no hay malos.
Maureen O’Hara está maravillosa y Ford sabe sacar el máximo partido a su belleza.
El tono de comedia, edulcorada, no decae durante todo el metraje.
Cuando Ford proyectó a los productores la película y vieron que duraba 129 minutos, le dijeron que debía reducirla a 120 minutos, que era lo que se consideraba se podía soportar sentado.
Ford enfadado intentó volverla a montar. Unos días después pasó la peli sin tocarla y a los 120 minutos terminaba bruscamente, a mitad de la pelea entre Sean Thornton y su cuñado Will Danaher. Los productores dijeron que eso era imposible. Ford se terminó saliendo con la suya.
Los exteriores de la peli fueron rodados en Irlanda y los interiores en Los Ángeles.
Esta tierra es mía es la segunda que Renoir rueda en EE.UU. al haberse exiliado de Francia por la ocupación alemana. Se trata de una película de propaganda de las que se rodaron durante el desarrollo de la guerra.
La había visto hacía muchos años en una sesión de madrugada de cine en la 2 y me había emocionado y casi la recordaba completamente, pero no la identificaba como una obra de Renoir.
Es curioso que las pelis que emocionan, que conmueven no se olvidan, en cambio ves otras como Combustión y en unos días no recuerdas casi nada de ella.
Esta tierra es mía es una obra emocionante, vibrante, aleccionadora. Tiene drama, amor, intriga, acción, patriotismo, comedia e ironía. Todo esto se mezcla con la maestría de un prodigio del cine como es Renoir.
Aquí los alemanes no se representan como monstruos sin rostro sino que son personas y como en el caso del Major Erich von Keller (Walter Slezak) es un individuo culto que realiza citas literarias continuamente. Con esto Renoir nos envía el mensaje que no solo hay que formar en conocimientos sino también en valores, porque una buena educación no garantiza que detrás haya una buena persona.
Durante la peli el Major Erich von Keller expone sus teoría sobre la ocupación y la guerra y encuentra el apoyo de George Lambert (interpretado por George Sanders) un empresario colaboracionista.
Maureen O’Hara está, como siempre, maravillosa. La gran actriz fordiana por naturaleza se adapta perfectamente a la dirección de Renoir.
Prodigiosa la actuación de Charles Laughton, con ese papel de hombre cobarde, protegido por una madre castrante (extraordinaria Una O’Connor). Por cierto estos dos actores también participaron en la colosal Testigo de cargo.
Hay momentos de gran comicidad insertados en escenas de gran tensión como el bombardeo o cuando los alemanes irrumpen en la casa donde cena Charles Laughton y no para de toser por un cigarrillo.
El discurso de Laughton es emocionante e inolvidable y en absoluto se hace pesado.
La lectura ante los alumnos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es vibrante y me llenó de emoción y de esperanza.
Sin duda una de las grandes películas de la historia del cine, con una vigencia rotunda.