Cuando ya parecía que en el cine de super-héroes estaba todo visto, Black Panther aporta novedades.
Lo mejor es la descripción de Wakanda, un país africano escondido del mundo de manera voluntaria, rico y tecnológico aunque con una monarquía como sistema de gobierno, lo que demuestra que pueden ser avanzados en ciencia, pero retrasados políticamente.
Está bien la mezcla de indigenismo negro con tecnologías futuristas o alternativas.
Las peleas que van salpicando la trama son más de lo mismo, sin novedades.
Pero hay aspectos muy destacables.
Primero que es una peli interpretada casi exclusivamente por negros, menos dos pálidos, uno bueno y otro malo.
Segundo, el protagonismo de las mujeres que ocupan un papel muy activo en la peli y no son solo la novia de, o la hija de.
Tercero, el planteamiento político, con dos alternativas contrapuestas y beligerantes.
Por un lado los que pretenden seguir aislados del mundo, sin interferencias en su evolución y sin aceptar refugiados y por otro los que pretenden liarla parda, distribuyendo armas para hacer la revolución.
La peli se resuelve en una especie de solución de consenso a lo Obama.
Técnicamente perfecta con un aspecto visual muy atractivo ofrece una alternativa novedosa al cine Marvel.
Nunca he sido seguidor de la saga Rocky. Las he visto todas y las he olvidado (afortunadamente).
Nunca he comprendido como Rocky se llevó el Oscar a la mejor peli.
En el año 1976 se estrenaron films mucho mejores, infinitamente mejores: Taxi Driver de Martin Scorsese, Todos los hombres del presidente de Alan J. Pakula, Carrie de Brian de Palma, Novecento de Bertolucci, El imperio de los sentidos de Nagisa Oshima, ¿Quién puede matar a un niño? de Narciso Ibáñez Serrador, Marathon Man de John Schlesinger, El Desencanto de Jaime Chávarri, La Profecía de Richard Donner, Las largas vacaciones del 36 de Jaime Camino, Pascual Duarte de Ricardo Franco, Retrato de familia de Antonio Jiménez Rico, Canciones para después de una guerra de Basilio Martín Patino…
Ahora vuelve a ocurrir algo que no me entra en la cabeza que Sylvester Stallone haya ganado un Globo de Oro como mejor actor de reparto y esté nominado al Oscar.
Creed recoge todos los tópicos del cine de boxeo.
Comienza como una peli rutinaria en la que todo resulta previsible y aburrido.
Ni Stallone ni su protagonista, Michael B. Jordan, brillan lo más mínimo.
En sus interpretaciones hay momentos bochornosos.
Solo puedo encontrar una explicación para la ponderación del actor de Rocky: que se trata de un personaje crepuscular que padece cáncer.
Eso conmueve a cualquiera, incluso a un servidor.
Pero resulta muy penoso ver a Stallone balbucear que ya lo sufrió su esposa y que él no quiere pasar por la quimioterapia.
A mí me lleva a la tristeza y al llanto, incluso, pero no por la presencia de Rocky sino porque es un lugar común que mueve sentimientos.
La peli gana mucho cuando su director decide filmar en plano secuencia al principio de la peli una pelea en un reformatorio, breve, pero intenso y cuando rueda un asalto de boxeo en un solo plano.
La cámara se mueve, entre los boxeadores y el árbitro, con soltura, con realismo. Una de las mejores escenas de boxeo jamás vista.
Al final, usando esta vez el montaje, en ese combate mítico, Ryan Coogler sabe trasmitir la épica del boxeo, la épica del esfuerzo, del sufrimiento y de la derrota.
Como veréis no salvo a Stallone, pero sí a su director que demuestra, aunque sea ocasionalmente, que tiene madera de cineasta.
Hubo una peli en 1997 titulada Copland, dirigida por James Mangold, en la que Stallone interpretaba a un policía sordo y fracasado en la que sí demostraba que podía ser un gran actor.
Vemos en el sofá de casa esta peli con Fer y Adrián.
Ya ha dejado de ser original la realización de una peli como si fuera un vídeo casero. Pero aquí consigue meterte bien en la historia.
Pocas veces se nos ha explicado como los superhéroes van aprendiendo a manejar sus poderes.
Tres chicos, por obra y gracia de la casualidad o del destino, se convierten en superhéroes. Son los tres muy diferentes. Como todo el mundo sabe un gran poder exige una gran responsabilidad. De eso precisamente habla Chronicle.
De peli de instituto a cine de ciencia ficción. Esa es la mutación que sufre la historia.
Al igual que los personajes que de ser estereotipos con alma en ese universo que son los institutos americanos pasan al mundo de los personajes de ficción.
A mí siempre me ha gustado pensar que por ser pobre o marginado un individuo además tiene que ser buena persona.
Hace muchos años oí en la radio una entrevista a un miembro de una ONG que había sido agredido salvajemente, que declaraba que ser necesitado no garantiza que se sea buena gente. Él ayudaba simplemente porque lo necesitaban. Eso me impresionó.
En Chronicle el muchacho marginado, inadaptado escoge el camino del mal (el reverso tenebroso de la Fuerza). En cierto modo lo comprendemos. Su vida ha sido muy dura y su padre un cabrón de tomo y lomo. Y lo peor, cuando consigue ligar, va y vomita encima de la chica (muy cariñosona ella).
Esta producción de tan solo doce millones de dólares consigue entretener y da motivos para la reflexión. Su desarrollo es brillante. Su final, un desmadre absoluto, sorprende y es la cumbre que corresponde a su evolución.
Actores desconocidos que hace bien sus papales. Maravillosa la jovencita Ashley Hinshaw, que hasta ahora ha intervenido más en series de televisión.