Peter Weir tiene una filmografía irregular con algunas pelis destacables (Matrimonio de conveniencia, Gallipoli, Único testigo o El club de los poetas muertos).
Está claro que ésta que nos ocupa es su obra más redonda.
El reality llevado hasta sus últimas consecuencias.
La creación de un mundo y la manipulación de un individuo como espectáculo televisivo.
Y las preguntas que me hago cuando estoy viendo la peli:
¿Seré yo el protagonista del Show de Ramón?
¿Hasta que punto nuestra vida está controlada por un Christof?
¿Todo vale para entretener con la caja tonta?
El desarrollo de la trama deja al espectador la misma sospecha que al protagonista y prácticamente descubren lo que va ocurriendo al mismo tiempo.
Lógicamente este efecto sorpresa se pierde cuando ya la has visto varias veces, como es mi caso.
Hay escenas realmente brillantes.
El gran pero de la peli es su protagonista.
Ese Jim Carrey con esa tendencia incontenible a la mueca, que aquí se muestra más contenido, pero su exceso de gestualidad no para de irritarme.
Para colmo termina bien. Truman deja su jaula de oro y escapa a la realidad.
Las pelis de espías nunca nos han presentado la vida familiar de estos agentes.
The Americans nos ofrece por un lado las actividades propias de esta pareja de infiltrados y por otro lado la difícil conciliación de la vida familiar y laboral.
Elizabeth y Philip Jennings siguen sujetos a dilemas morales, aunque no pierden eficacia en sus trabajos.
Para colmo de dificultades la niña, Paige, ya adolescente se mete en grupos religiosos y toma a un predicador como referente. Por cierto este reverendo me da muy mala espina.
Sus padres, ateos soviéticos convencidos, no lo llevan nada bien.
Esta muchacha nos va a dar muchos problemas.
Pero hay más campos en esta serie.
Por un lado las desventuras de la bella y seductora Nina Krilova, que tiene que resolver su estancia en una cárcel rusa.
Por otro el agente especial Stan Beeman, que tiene que afrontar su divorcio y sus investigaciones.
La desdichada y engañada Martha Hanson también sufre lo suyo.
Un personaje que va cogiendo peso es el enigmático Gabriel interpretado por el gran Frank Langella.
La serie va ganando por temporadas y capítulos.
Estamos enganchados.
El episodio décimo tercero termina con una llamada que no nos va dejar dormir hasta la siguiente temporada.
Una familia de espías soviéticos que lleva una vida normal entre los norteamericanos, que reside y vive como ellos desde hace muchos años.
Esta segunda temporada comienza con el asesinato de otra familia, diferente a la protagonista que vivía en una situación similar.
No se conoce al asesino lo que ocasiona una profunda perturbación en nuestros espías protagonistas y en los espectadores.
La historia avanza con muy buen pulso narrativo, introduciendo nuevos personajes y otros (lamentablemente) se van perdiendo por el camino. Es lo que tiene este difícil mundo.
Uno de los elementos fundamentales de esta temporada es que la niña de esta familia (soviética) les sale rana y se mete en grupos religiosos.
Es una serie de espías, de la Guerra Fría, pero con el plus de la trama familiar.
Los escenarios son el F.B.I., la embajada rusa y el domicilio familiar de los Jennings.
Keri Russell interpreta a Elizabeth, una mujer fuerte, con profundas convicciones que no duda ni por un momento de su labor.
Matthew Rhys es Phillip Jennings, que tiene una doble y a veces triple vida y que cumple como un campeón con su esposa de mentira, la crédula Marta.
Por sacar algún pero… Tal vez, a veces, parece un producto de diseño. Hay sexo, crímenes, alguna pelea, tensión narrativa… Todo muy bien, pero demasiado pensado para atraer a un público deseoso de lo que ofrece.
Elena y yo estamos enganchados y ya hemos comenzado la tercera temporada.
En los años sesenta los soviéticos infiltraron parejas en la sociedad norteamericana.
Vivían, trabajaban, tenían hijos, compraban casas… como americanos, pero espiaban para el KGB.
Elizabeth y Philip Jennings, son buenos patriotas rusos. Desde niños fueron adiestrados para hacer una labor de espionaje.
La trama se desarrolla en los años ochenta cuando Ronald Reagan en el poder calentaba la Guerra Fría con la Guerra de las Galaxias y los escudos antimisiles.
La historia va salpicada de flashbacks que nos explican las relaciones y el pasado de estos dos agentes.
La narración es propia de una peli de espías, con ese aire añejo de la época.
Pero es también la historia de una familia, con los conflictos y las vicisitudes habituales.
Hay acción, asesinatos, sexo, tensión, intriga y magníficos personajes.
Destaco a Claudia, interpretada por Margo Martindale, que está perfecta en su papel de contacto, de la que nadie sospecharía, despiadada y cruel.