Tercera entrega, después de Misericordia y Profanación, de esta magnífica saga de Los casos del Departamento Q.
Carl Mørck, más hecho polvo que nunca, y el vitalista Assad se lían a investigar un mensaje de auxilio en una botella.
Hans Petter Moland sucede en la dirección a Mikkel Nørgaard y no logro encontrar diferencias. Mantiene el mismo tono.
La peli está repleta de imágenes impactantes, de esas que se fijan en la retina del cinéfilo y se convierten en referencias.
La trama es sucia, endiablada, y lo digo en todos los sentidos.
Pero lo más interesante es el enfrentamiento entre los dos protagonistas.
Estos dos detectives, marginados y machacados por la vida mantienen posturas vitales contrarias.
Carl Mørck es descreído, ateo, negativo, sin fe, ni futuro.
Assad es creyente, le mueve la esperanza y está convencido que nada ocurre por que sí. Piensa que esta misión no es por casualidad sino por la Providencia Divina.
Mørck encuentra su Redención, porque lo necesita, porque precisa agarrarse a algo para poder seguir adelante.
Tal vez no haya sido Dios, sino el Destino, pero eso le va a servir para seguir con su existencia.
Nikolaj Lie Kaas, interpretando a la perfección al detective más atormentado de la historia, pone una cara entre asco y sufrimiento realmente antológica.
Una peli imprescindible para los amantes del género “noir sucio”.
La pena que al ser danesa va a tener poco público.