Estamos ante un biopic de la escritora de Frankenstein o el moderno Prometeo.
Su directora ha querido impregnar su peli de espíritu romántico.
Hay en sus personajes buenas dosis de inconsciencia, de ansias de libertad, de hedonismo y de espíritu artístico.
La fotografía, la ambientación, los diálogos todos muy británicos, con ese made in British.
Aunque está contada con elegancia, hay cierta ausencia de emoción, como si se pretendiera distanciarse de los personajes y no tomar partido descaradamente.
El desarrollo resulta muy teatral, con diálogos continuos que acompañan a las imágenes de manera constante. Con el uso de voz en off, para relatar la producción literaria, que agota.
De todo el reparto me quedo con la hermana interpretada por una extraordinaria Bel Powley.
A mí me ha parecido didáctica. No conocía cómo esta joven escritora realizó una obra que ha tenido tanta repercusión posterior.
Después de ver Stranger Things 2 decidimos dar un cambio radical y ver esta serie británica.
Unos días antes había visto un cartel inmenso cubriendo la fachada del edificio Torre España al final de la Gran Vía madrileña. Era publicidad de Netflix promocionando esta serie. Su tamaño me impresionó.
Se trata de un producto muy british. Correctísima ambientación, decorados al detalle, fotografía excelente, actores impecables… todo muy perfecto.
Cuenta los prolegómenos y el reinado de Queen Elizabeth II hasta 1962. Dos temporadas con 20 capítulos en total de casi una hora. Habrá tercera temporada.
Voy a dar dos visiones diferentes . La de un monárquico de toda la vida y la de un republicano de nacimiento. Son contradictorias y complementarias.
El monárquico:
Hay aspectos muy interesantes en esta serie inglesa.
La monarquía británica, como las del resto del mundo, se han visto turbadas por inmensas dificultades y por el cuestionamiento general supuestamente democrático.
Además la Reina Isabel Segunda tuvo que demostrar que podía ejercer de jefa del estado, “a pesar” de su juventud y de ser mujer.
La serie nos cuenta las dificultades que le van atacando durante su reinado. Por un lado los problemas familiares, que son muchos y diversos.
Por otro los políticos. Con dignatarios torpes, ancianos y enfermos.
La soledad del poder queda de manifiesto porque los apoyos que encuentra en su esposo y en sus colaboradores son ocasionales.
Su hermana, su madre y su tío en el exilio no le dejan de producir cefaleas tensionales.
Pero hay un aspecto básico que se plantea en la peli es el de la designación divina de la corona.
No es el pueblo ignorante e influenciable el que decide a su capricho al Jefe del estado, sino Dios que determina a través de la genética quien ocupara un cargo que no debe estar sujeto a los vaivenes de la política.
La Reina Isabel lo sabe y ocupa su puesti con esa dignidad que solo puede venir si detrás está la mano divina.
La presión del republicanismo obliga a esta monarquía a “adaptarse a los nuevos tiempos” consintiendo matrimonios morganáticos que ensucian la pureza de una sangre real y cesiones hacia el populacho que componen una “monarquía más moderna“.
La Reina tiene que lidiar con la falta de responsabilidad de su tío y de su hermana Margarita que no sabe el lugar que le corresponde ni la trascendencia histórica de sus acciones.
Tampoco ayuda Prince Philip, Duke of Edinburgh, un personaje trascendental en la serie que, a veces, supone una carga y no un apoyo para la reina.
Hay hechos que se exponen en la serie que deberían haber sido ocultados, porque en nada benefician a la Corona, como el pasado nazi de David, Duke of Windsor y su disipada vida al lado de una divorciada.
La serie me ha gustado, pero no es bueno que el pueblo reciba tanta información, la Monarquía ha de mantener su halo de misterio, para que sea venerada y respetada.
El republicano:
La serie retrata una monarquía que había salido victoriosa de la Segunda Guerra Mundial, por el apoyo norteamericano y por el frente ruso que supuso la derrota alemana.
La Reina Isabel tiene que ocupar más tiempo en solucionar los problemas familiares que los de estado.
Su figura es casi siempre decorativa e inútil en la política británica.
Hay algo de repugnante intelectualmente en esta institución.
Su principio es que el poder, la jefatura del estado de un país, son hereditarios. Hay una familia tocada por la mano divina que va a ser para siempre la que ostentará el poder, sin contar con la voluntad popular.
Eso se muestra bien en la serie que además nos explica como una educación apartada de la realidad, con tutores, consigue que una analfabeta funcional ostente la corona.
Difícil situación la de la Monarquía que se tiene que mantener en la defensa de las más tristes tradiciones y, al mismo tiempo, conseguir la necesaria actualización. Lo primero resulta imposible y lo segundo rompe la propia estructura de la monarquía.
Una institución así tiene sus códigos, estúpidos, pero imprescindibles, si los rompe fractura su propia esencia.
Pongo un ejemplo. Podemos decir que un rey se puede casar con quien quiera, que da igual que sea divorciada, pero si la monarquía incumple sus tradiciones, sus principios de evitar los matrimonios morganáticos, ¿qué le queda?. Se convierten en personas normales y eso aniquila la esencia de la propia monarquía. Si son simples mortales, deberán estar sujetos a la voluntad popular.
Muchas de estas cuestiones son planteadas, con acierto, en esta producción.
Un aspecto muy interesante de la serie es el pasado nazi del depuesto Rey Eduardo VIII del Reino Unido. No está mal dejar claras las cosas.
Una serie interesante en su complejidad que nos desvela secretos de la historia británica y cotilleos de la familia real.
Bellísima Vanessa Kirby interpretando a la Princesa Margarita.
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Cruel la infancia que padeció el Principe Carlos.
Estupendas las juergas del Duque de Edimburgo, menudos viajes de placer que se daba.
Increíble las imágenes de la reina madre viendo telebasura.
Impresionante la interpretación de John Lithgow haciendo de Winston Churchill.
Soberbia Claire Foy actuando de manera perfecta como Queen Elizabeth II.
Mientras una se dedica a ver como fue la crisis en las playas francesas, la otra nos la muestra desde los centros de poder inglés.
Todas las producciones británicas gozan de ese marchamo de calidad indiscutible.
La peli nos ensalza la labor que realizó Winston Churchill al principio de la Segunda Guerra Mundial con el fundado temor de una invasión alemana.
Sabe llegar a tocar la fibra patriótica del espectador, al menos en mi caso.
Durante los vibrantes discursos de Sir Winston me he sentido emocionadamente británico.
Llegando a verter un río de lágrimas durante las escenas en el metro londinense.
Todo el mundo habla de la interpretación de Gary Oldman. Me parece que efectivamente se trasmuta en el dignatario, pero de Gary solo encuentro los ojos, lo demás me impresiona que es maquillaje, muy perfecto, pero maquillaje.
Estamos viendo la serie de Netflix The Crown. De momento estamos en los primeros años de reinado de Isabel y aparece el personaje de Churchill interpretado por John Lithgow, que me parece que lo hace incluso mejor.
Si tuviera que elegir entre los dos me quedaría con el de la serie. Comparen.