Estamos ante otro producto comercial cocinado en la trastienda de Hollywood para llenar salas.
No existe la más mínima ambición artística, solo planos consecutivos con la idea de atraer al espectador.
Da igual que no haya coherencia argumental, que la trama sea un dislate… Si consigues marear al espectador y que se olvide del funcionamiento de la neuronas más nobles del sistema nervioso central, misión cumplida.
Mezcla el autismo, con el blanqueo de capìtales por la mafia, con acción con armamento pesado…
Ben Affleck es el encargado de dar vida a un individuo con síndrome de Asperger, con dotes de francotirador de élite y muy listo para los cálculos matemáticos. Difícil combinación.
Para colmo se enamora de la frágil (y maravillosa) Anna Kendrick. La pobre no encuentra su sitio en esta peli.
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Affleck es infinitamente mejor director que actor.
Una familia campesina filipina se ve obligada a emigrar a Manila.
Dos niñas pequeñas con sus padres, dos buenas personas enfrentadas a una ciudad llena de maldad.
En Metro Manila hay un retrato de una sociedad enferma llena de podredumbre.
Pero también es una peli de atracos, ese subgénero que ha dado grandes momentos al cine.
Se trata de una gran peli, de esas que dejan huella, de las que no se pueden olvidar.
Sean Ellis nos hace un relato minucioso, cadencioso, pero tremendamente interesante de un drama familiar que atrapa, que perturba, que entristece, que llega a doler.
El sufrimiento de los personajes, atrapados en una telaraña de horror para sobrevivir, se trasmite muy bien al espectador.