Mi amiga Mónica me recomienda encarecidamente esta peli.
Sabe mi afición al género de zombis.
Como méritos presenta en su curriculum ser la peli más taquillera del año en Corea del Sur, haberse presentado a la Sección Oficial en Cannes y haber sido premiada en el Festival de Sitges, al mejor director y efectos especiales.
Tal vez no ofrezca nada nuevo en este género, pero todo el metraje trasmite una emoción muy intensa.
En cada peli o serie, los muertos vivientes tienen sus propias reglas, sus características especiales.
Aquí corren que se las pelan (como en 28 días después), son super furiosos, se quedan quietos si no reciben estímulos visuales o sonoros, se tiran preferentemente a la yugular, su misión es infectar, no se detienen en devorar, pasan un par de minutos desde que se infectan hasta que se transforman.
Los protagonistas se pasan la peli escapando de estos energúmenos que a veces actúan como un enjambre estilo Guerra mundial Z de Marc Forster (2013).
Es inevitable que cualquier peli de terror que se desarrolle en un tren nos recuerde al clásico de 1972 Pánico en el Transiberiano de Eugenio Martín.
Los momentos de tensión abundan, bien entremezclados con escenas más pausadas, que nos permiten coger cariño a los personajes .
La música y el montaje están magn’ificamente sincronizados para que estemos en un sin vivir todo el tiempo.
Hay episodios de lo que se podrían llamar de justicia poética. Cuando veáis la peli sabréis a que me refiero.
Dura casi dos horas que se pasan en un suspiro.
Mi personaje favorito es el fortachón Sang Hwa, un duro de buen corazón interpretado por Dong-seok Ma, protector de su esposa embarazada.
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Hay un malo que terminas teniéndole unas ganas que no veas.
Es una peli que se inscribirá con letras de oro dentro de las mejores pelis de zombis.