Vemos esta peli en casa, porque Elena tiene que hacer un ejercicio sobre ella para su curso de guión.
Es la crónica de unos soñadores y perdedores.
Los soñadores, lamentablemente, terminan siendo perdedores. Pero lo interesante no está en ganar sino en intentarlo.
Esto es solo una bonita frase. Lo que gusta de verdad es ganar.
Es interesante la contraposición de los personajes.
Federico Luppi representa al activista íntegro que tiene un pequeño sueño porque el grande lo dio por perdido.
José Sacristán es un descreído, consciente de ser un mercenario que traiciona sus convicciones por sobrevivir. Un anarquista de salón, de los que abundan tanto. Su cinismo tiene un punto de vitalista. Admira a Luppi.
La historia está contada desde los ojos de ese adolescente que en su medida y por amor intenta cambiar las cosas.
Hay un trasfondo que a mí me disgusta. Esta familia de soñadores y la monja intentan cambiar la sociedad de los lugareños. Ese punto de dirección por parte de los blancos de buena clase social, seguros porque en definitiva no van a pasar necesidad, porque tienen sus profesiones, sobre los indígenas que se lo juegan todo y tienen que elegir entre la sublevación y a lo peor el hambre, y el sobrevivir, eso a mí me desagrada.
La historia de Cecilia Roth no me emociona y me parece lo menos creíble.
23 años después de su estreno sigue teniendo vigencia.
Los diálogos son brillantes especialmente entre el geólogo, interpretado por el gran Sacristán y la monja, una maravillosa Leonor Benedetto.
Muchos besos y muchas gracias.
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