Hace unos años vi Déjame entrar (Let Me In) de Matt Reeves, la versión americana de esta peli sueca que visiono con los amigos del Taller de Cine de Azuqueca de Henares.
Casi no la recordaba. Mejor, así no me veo influido por el remake yanqui.
El cine de vampiros ha dado mucho de sí. Desde obras maestras a bodrios descomunales, no quiero ni recordar la Saga Crepúsculo, que Dios tenga en su gloria.
En Déjame entrar, hay un fondo de ternura, la que despiertan estos dos niños tan diferentes que se hacen amigos e, incluso, novios.
Él sufre acoso escolar, es pusilánime, débil…
Ella es una niña solitaria con una dependencia absoluta por la hemoglobina.
Los dos se complementan y se van a ayudar a superar sus problemas.
Hay poesía en los fotogramas de esta peli. Una poética, la del amor de estos niños, que sobrevive sobre la sordidez del paisaje y del paisanaje sueco.
¿Dónde está el paraíso escandinavo?
Lo que se nos muestra son niños crueles, señores feos alcoholizados, urbanizaciones de extrarradio… Incluso la nieve, que nosotros al padecerla poco la solemos ver hermosa, aparece desoladora y cochambrosa.
Esta pareja disfuncional intenta sobrevivir en este infierno de hielo.
Para contentar a los amigos de lo truculento hay algo de gore, el necesario para obligarte a cerrar los ojos en un par de ocasiones.
Muchos besos y muchas gracias.
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
Colaborador de Esradio Guadalajara y Alcarria TV
Twitter @Holasoyramon
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