Tengo la suerte de ver esta peli en Taller de Cine de Azuqueca de Henares y de compartirla con mis compañeros.
Es considerada el prototipo de las llamadas screwball comedy, comedias alocadas con un humor absurdo, sofisticadas, también llamadas de teléfonos blancos.
Se trata, tal vez, de la comedia más loca jamás filmada.
Pero si arañamos un poco en la superficie veremos una interesante sátira social.
El código Hays se comenzó a aplicar en 1934. La censura siempre aviva el ingenio.
En el 38, cuando se estrenó esta peli aún persistía la Gran Depresión y el pueblo norteamericano estaba ávido de comedias.
La fiera de mi niña reúne dos condiciones. Por un lado el escapismo de la diversión y por otro la crítica de esa sociedad. La comedia siempre ha servido para esconder análisis duros.
A pesar de ello, no tuvo éxito, pero los años la han convertido en una peli de culto.
En esta película veremos una sátira de las clases altas, la caricaturización igualmente intencional de profesiones “elevadas” como la psquiatría o la policía, un rechazo al matrimonio, una sarcástica interpretación del cortejo humano y una clarísima visión del hombre como el sexo débil y la mujer como una arrolladora creación de la naturaleza.
Impresiona contemplar a Katharine Hepburn como una fuerza casi devastadora, interpretando sus diálogos a una velocidad de vértigo. Detestándola y adorándola al mismo tiempo por su ímpetu, su actitud manipuladora y su encanto personal.
Cary Grant, uno de los mejores actores de la historia del cine, es un muñeco ante la potencia de su compañera-contrincante.
Durante unos minutos después de la proyección comentamos la peli. Siempre aprendo mucho de mis compañeros.
Ignacio apuntaba, con humor, que en la peli había un matriarcado. Efectivamente las tres mujeres que aparecen son dominadoras.
La novia que le deja bien claras las cosas al pobre Cary Grant.
La enredadora Katharine Hepburn que lo manipula hasta salirse con la suya.
La tía, interpretada por May Robson, que es la que tiene la pasta.
Los hombres son comparsas en esta peli donde las dominadoras son las mujeres.
La profesora Ana planteaba un aspecto interesante. El David de La fiera de mi niña podría padecer Síndrome de Asperger.
Efectivamente el personaje de Cary Grant sufre cierta incapacidad de empatizar, con dificultad en las relaciones personales, con buen nivel intelectual.
Howard Hawks no podía conocer esta patología que fue descrita cuando yo terminaba la carrera en 1981 por la psicóloga Lorna Wing.
¡Qué nivel Maribel!
De Hawks, uno de los grandes directores de la historia del cine, no voy a comentar nada, pero es uno de mis preferidos.
Frases estelares
– Su pelota de golf, su coche… ¿pero hay algo en el mundo que no le pertenezca?
– Sí, y a Dios gracias, usted.
– El único modo que tiene para que yo siga alguna de sus sugerencias es que sostenga un objeto brillante ante mis ojos y me hipnotice.
– Me caso.
– ¿Y para qué?
– En los momentos de paz reconozco que me he sentido atraído por usted. Lo malo es que no ha habido un solo momento de paz desde que la conocí.
– Todo se arreglará, David.
– Cállese. Cada vez que dice “todo se arreglará”, algo malo ocurre.
Anécdotas y curiosidades.
La censura llegó a interpretar que el entierro de un hueso por parte del perro era una metáfora de la pérdida de masculinidad del personaje principal.
El título original, Bringing Up, Baby es un juego de palabras que alude tanto al leopardo conductor de la trama como a los protagonistas, concretamente al personaje de Cary Grant, aunque el título en español apunta al de Katherine Hepburn.
La traducción podría ser desde “educando al bebé”, a “persuadir, conducir, llevar, exponer, provocar“.
Asimismo, la canción que supuestamente “calma” y “atrae” a la fiera, I Can’t Give You Everything But Love, “no puedo darte nada más que amor”, también lleva implícito un significativo mensaje.
La película fue un auténtico descalabro comercial que ratificó el apodo de Katherine Hepburn de “veneno para la taquilla” y se saldó con el pago por parte de la actriz para rescindir su contrato con RKO y el mismísimo despido de Hawks por parte de la productora.
El propio Hawks, que aún no era consciente de su carácter adelantado y que sería el consagrado pionero de todo un género de comedia, llegó admitir su fracaso y dijo:
“El problema es que los personajes se comportan todos de forma demasiado alocada, sin que exista ningún personaje normal para compensar”.
Hepburn, que a su vez admitió sentirse decepcionada tras el visionado de la cinta, se retiraría a Broadway para interpretar Historias de Filadelfia, obra que posteriormente se llevaría al cine y la consagraría como actriz.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la película fue ganando atención hasta convertirse en un clásico de la comedia, considerada una de las cien mejores películas (American Film Institute, 1997).
El director, Howard Hawks, que pasaría a la historia del cine por imprimir a sus cintas un ritmo frenético, decía que sus películas eran un veinte por ciento más rápidas que las del resto de directores.
“Tengo diez mandamientos para hacer una película. Los nueve primeros son: ¡no aburrir!”.
Gran parte del mérito del guión de ésta y otras películas del cineasta es atribuible a su genialidad como escritor, que nunca trascendía a los créditos por su deseo explícito de evitar polémicas de autoría. De hecho, fue el responsable de la mayor parte de las escenas y del presupuesto original, y decidió que gran parte del rodaje fuera una serie de improvisaciones interpretativas.
Los guionistas, Hagar Wilde y Dudley Nichols, se enamoraron mientras escribían el guión para la película y esa conexión haría que se sintieran lo bastante inspirados para escribir más de doscientas páginas, que habrían supuesto tres horas y veinte minutos de metraje. Obviamente, y por desgracia, hubo que recortar.
Era la segunda vez que Cary Grant y Katherine Hepburn trabajaban juntos, y la química y la complicidad entre ambos fue inmediata.
Ya habían coincidido en La gran aventura de Silvia Scarlett, de George Cukor, y volverían a aparecer juntos en otras divertidas comedias como Vivir para gozar e Historias de Filadelfia, del mismo director, dos años después.
A partir de ahí la pareja se convertiría en uno de los pilares de la comedia estadounidense.
Por aquel entonces, Grant ya tenía 34 años y temía no llegar a convertirse jamás en un estrella, a diferencia de otros actores altamente reconocidos a esa edad, y a Hepburn, por su parte, la perseguían la sombra del fiasco comercial de todas sus películas y el aura de diva de los dramones desde Mujercitas, algo que le horrorizaba.
En 1964, Hawks intentaría una suerte de remake de la película con Su juego favorito, cambiando el escenario y la profesión del personaje principal, Rock Hudson.
La escena de la rotura del vestido, en la que David camina detrás de Susan para evitar que esta haga públicas sus posaderas, está basada en una anécdota real que el propio Grant vivió en primera persona, en el Roxy Theater.
Al levantarse, el actor enganchó accidentalmente la cremallera de su pantalón en el vestido de la mujer que tenía delante y tuvo que caminar detrás de ella para evitar que la prenda se rompiera.
Hawks decidió incluir la anécdota en el guión después de que el actor se la contara.
Cary Grant, a diferencia de Katherine Hepburn, que estaba encantada con el leopardo, se negó a rodar cualquier escena que implicara un acercamiento excesivo al animal, que lo tenía completamente aterrorizado.
De hecho, algunas escenas tuvieron que rodarse con un leopardo de peluche.
A pesar de ello, el actor no utilizó dobles, ni siquiera en la espectacular acrobacia final de la película.
El personaje de David Huxley está basado en el famoso cómico y estrella del cine mudo Harold Lloyd.
Hawks le pidió a Grant que se inspirara en su personaje, extraordinariamente tímido, para interpretar al apocado paleontólogo.
El carácter bromista de Hepburn sacaba de quicio a Hawks, que era un hombre serio, con un conocido mal genio y un temperamento difícil.
La actriz se pasaba el día haciendo gestos y muecas supuestamente graciosas, y el director intentaba convencerla sin éxito de que la comedia era un género muy serio basado en la naturalidad.
Para ayudarla a entenderlo, contrató a un equipo completo de actores veteranos del vodevil.
No hay partitura musical para la película, con la excepción de los títulos de apertura y finales.
Se habló que Katharine Hepburn y John Ford habían tenido un romance durante el rodaje de la peli. Está comprobado que la Hepburn pasó unos días en el yate del director de pelis del Oeste, pero también es seguro que estaba su esposa.
En una pausa en el rodaje, Hawks le pidió a su ayudante que mandara a todo el equipo sentarse y observar en silencio a la inagotable y charlatana actriz, para ver si de ese modo dejaba de hablar y podían seguir filmando.
Cuando, pasado un tiempo, ella se dio cuenta y preguntó a qué estaban esperando, el director contestó:
“A que el loro se calle“.
Todos se echaron a reír y Kate, muy molesta, lo llevó aparte y le dijo, señalando a los técnicos:
“Howard, todas estas personas son amigas mías. Si dices cosas así sobre mí, podrías tener algún problema“.
Hawks se dirigió entonces a un electricista que estaba colocando un foco y le preguntó:
“Edie, si tuviese la oportunidad de dejar caer ese foco sobre la señorita Hepburn o sobre mí, ¿a quién de los dos escogería?”.
Y la respuesta del hombre fue:
“¡Apártese Sr. Hawks!“.
Os pongo estas declaraciones que Hepburn hizo en su biografía, a propósito de la película:
Este guión era bueno. Cary Grant estuvo maravilloso. Y yo también estuve bien. Y en cuanto al leopardo, excelente.
Cary siempre se había negado a trabajar con el leopardo. No le gustaba nada.
Una vez, para atormentarle, le tiramos un leopardo de peluche por el ventiladero superior de su camerino. ¡Salió de allí como un rayo!
En esta película estuvo graciosísimo. Reíamos de la mañana a la noche.
Hawks también era divertido. Por lo general llegaba tarde al trabajo. Cary y yo siempre llegábamos temprano. Todo el mundo aportó alguna contribución al guión.
Debo agregar que yo no tenía cerebro suficiente para que me asustara el leopardo, así que hice un montón de escenas con el bicho suelto por ahí.
Olga Celeste, la domadora, empuñaba un gran látigo. Estábamos detrás de una jaula: Olga, el leopardo y yo. Nadie más.
Teníamos la jaula para nosotras solas. La cámara y el sonido estaban disimulados en los agujeros de la cerca.
En mi primera escena yo aparecía vestida con una bata vaporosa y caminaba de acá para allá; hablaba frenéticamente por teléfono, con un cable muy largo. El leopardo me seguía, embistiendo mi muslo que habían impregnado de perfume. Yo le palmeaba la cabeza. La escena iba muy bien.
Después me puse un vestido largo hasta la rodilla, con pesos en el bajo de la falda, cubiertos con piezas de metal, para que se balanceara graciosamente. Pero… un gran pero: di una vuelta rápida y el leopardo me saltó a la espalda. Olga tuvo que darle un latigazo en la cabeza. Éste fue el final de mi libertad con el leopardo.
Katharine Hepburn. Yo misma.Grandes mujeres, Editorial Salvat
Muchos besos y muchas gracias.
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
Colaborador de Esradio Guadalajara y Alcarria TV
Twitter @Holasoyramon
Canal de HolaSoyRamónVídeos
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