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Ficha:
Duración: 123 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Bob Fosse
Guion: Jay Presson Allen. Novela: Christopher Isherwood. Obra: John Van Druten, Joe Masteroff
Música: John Kander. Letra: Fred Ebb
Fotografía: Geoffrey Unsworth
Reparto: Liza Minnelli, Michael York, Helmut Griem, Joel Grey…
Productora: Allied Artists, ABC Pictures
Género: Drama. Musical | Años 30. Nazismo. Baile
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Comentario de Ramón:
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¿Porqué después de haberla visto tantas veces, Cabaret ejerce esa fascinación en mí?
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Tal vez por sus números musicales.
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Yo, que soy fan absoluto del género musical, me deleito viendo esas canciones y esos bailes provocadores, llenos de sensualidad que retratan la vida en esos años treinta convulsos.
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Cada número musical es una reflexión cargada de contenido, de espíritu.
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Tal vez por esa magnífica ambientación que nos retrata la llegada del nazismo cargada de violencia, de exaltación del patriotismo, de la búsqueda del enemigo que exterminar en los judíos.
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Tal vez por esa historia secundaria de amour fou entre Natalia y Fritz. Un matrimonio que terminará en desastre, pero que no pueden evitar. Cómico y trágico a la vez.
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Bellísima y delicada Marisa Berenson.
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Tal vez por ese personaje inquietante del Maestro de Ceremonias, al que da vida de manera excepcional Joel Grey.
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Una especie de observador y satirizador de la vida y la realidad.
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Tal vez por esa relación a tres, llena de equívocos, en la que la se la da de más lista es la más inocente. (¡He hecho una frase con montón de monosílabos seguidos, que no sé si se entiende!).
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Tal vez por esa escena en el merendero en el campo, en la que ese joven nazi entona, de manera armoniosa, un himno patriótico (Tomorrow Belongs To Me) que enardece a los allí presentes, menos a nuestros protagonistas y a ese viejo comunista que no puede disimular su incomodidad.
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Tomorrow Belongs To Me contagia el fanatismo. El nazismo infecta y arrastra.
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Momento de reflexión.
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Tal vez por la maravillosa y fascinante Sally Bowles, tan sofisticada e impostada.
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Desde su falsedad, desde su máscara de chica fuerte, de vampiresa de opereta, se esconde una muchacha tierna y frágil, atormentada por el desprecio de su padre.
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Sabe, y lo lamenta, que su sueño, tal vez, nunca será realidad. Ser actriz es su objetivo en la vida y espera cada noche ser descubierta.
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Tal vez por Liza Minnelli que nunca fue tan bella, tan encantadora, tan maravillosa.
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Tal vez por la dirección de Bob Fosse, uno de los grandes del cine musical, que sabe colocar la cámara para que los números musicales los contemplemos como espectadores.
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Esos primeros planos de perfil, son oro puro. Con un montaje que combina planos de segundos con otros más largos moviendo la cámara con destreza y energía.
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Tal vez por esa magnífica ambientación que nos sitúa en esa Alemania podrida por la miseria y el rencor en la que en su corazón se desarrollaba el gusano del nazismo.
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Tal vez por esa violencia montada a la vez que las canciones o sugerida por la elipsis.
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No sé. Pero esta vez me ha vuelto a entusiasmar.
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Tal vez la pantalla grande.
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Tal vez la compañía.
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No me importaría volverla a ver esta noche de nuevo.
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Propongo a Bichobola una reposición anual.
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Mi puntuación: 10/10.
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(En otra ocasión contaré mis experiencias con el mundo de la noche con sus espectáculos en mi juventud zaragozana.
Pero eso es otra historia).
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Dirigido por Bob Fosse:
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En 2012 realicé este post, que comentó Bichobola:
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Muchos besos y muchas gracias.
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Chistes y críticas en holasoyramon.com
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
Canal de YouTube: HolaSoyRamónVídeos
En Vimeo: vimeo.com/holasoyramon
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Poco queda que decir después de tu doble comentario, fenomenal Ramón. Hay que añadir que Jose nos ilustró muy bien sobre las aportaciones de la película respecto a los musicales al uso y sobre otros detalles. Sus introducciones son insustituibles.
Comparto con vosotros y supongo que con todos los miembros del cineclub la fascinación por esta película. Me sorprendió enterarme que, aun teniendo más Oscar (8) que “El padrino” (2), no fuera elegida mejor película en favor de esta última. Maravillosos números musicales, magistrales interpretaciones, narración redonda y magistralmente montada… elementos que ya has hecho notar en tu comentario. Respecto al libro, en casa tenemos una edición que incluye “Mr Norris cambia de tren” además de las narraciones que conforman “Adiós a Berlín” (uno de ellos precisamente titulado Sally Bowles). Todo ello bajo el título “Historias de Berlín”, Debolsillo ed. de Penguin libros, que tuve la suerte que me regalara Elena por la celebración de uno de mis Santos. Elena siempre tan acertada. Un gran texto. Merece la pena leerlo. Creo que la película hace un formidable trabajo aglutinando un cúmulo de sensaciones que el libro te deja un tanto dispersas.
No voy a repetir tu análisis, pero sí me gustaría comentar la sutileza con que se van desarrollando los diferentes planos de la película.
En el plano social comienza mostrándonos la comprometida situación en que quedó el pueblo alemán tras la primera guerra mundial (una pensión en una casa que pasó por mejores tiempos, las decadentes inquilinas, la dificultad para ganarse la vida en la que cada marco había que pelearlo…conocemos bien esos escenarios en este país, nuestros padres pasaron por ello) y en pequeñas secuencias, inicialmente marginales, va siendo cada vez más notorio el cambio que se avecina con la aparición del partido nazi, hasta la tremenda secuencia final en que, en un turbio reflejo, la pantalla queda llena de esvásticas. Me parece magistralmente hilado.
A todos nos llama la atención, seguro, la escena campestre en la que un adolescente se lanza a cantar “El mañana nos pertenece”. Cuando el muchacho comienza a cantar una risueña canción pastoril con la cámara enfocando a un rostro de ojos claros llenos de fervor e inocencia, nos deja en silencio, un silencio mental embargado por la melodía y el contexto. Después, poco a poco, nos va estremeciendo la sutil transformación en un himno que atemoriza a medida que el resto de los presentes se van levantando y uniendo sus voces mientras la cámara va mostrando unos rostros llenos de una determinación, con el brazo en alto, que no augura nada bueno. Así nos lo muestra el gesto de preocupación del anciano que permanece sentado. Durante algún tiempo, como parece ser otras muchas personas, pensé que realmente se trataba de un himno nazi, lo cual me ponía aun más lo pelos de punta. Después, indagando sobre ello, me enteré que la canción fue compuesta por John Kander y Fred Ebb los responsables de la parte musical de la película. También en “Casablanca” una multitud se anima a cantar un himno que inflama los corazones, alguien comienza a cantar la marsellesa que todo el bar de Rick termina por entonar, en pie y con igual determinación. Así somos los humanos.
Nos muestra también el trayecto final de los felices 20, aquella explosión de energía vital que inundó Europa tal vez como reacción a la tragedia que se había vivido poco antes y cuya máxima expresión fueron los cabarets que proliferaron en el periodo de entreguerras. En aquellos locales el juego de la ambigüedad sexual era la norma, como lo sigue siendo hoy. Desafortunadamente, esa alegría no llegó a todos. Como tantas veces a lo largo de nuestra historia, determinados cambios culturales quedaron reservados a las clases favorecidas. Y eso tuvo sus consecuencias.
Para muchos, para mí desde luego, el Kit-Kat y su maestro de ceremonia es la referencia del Cabaret. Un cabaret que evidentemente Fosse separa del resto de la película, pero discurriendo paralelamente a ella y en el que sumerge al espectador mediante una magistral coordinación de número musical y juego de cámara. Y con una estrella incontestable, Lisa Minelly. Un cabaret del que no quieres salir y celebras con avidez la llegada de nuevos números, como bien dices, cargados de mensaje. Un maestro de ceremonia cuya invitación a la vida destila desesperación, una suerte de intuición de que se acerca el hundimiento.
Es justamente en ese trasfondo de explosión vital en el que puede suceder el siguiente plano, el de la historia de amor entre los tres personajes. De nuevo, a mi modo de ver, sutil y magistralmente hilada. Ambigüedad sexual no solo en el cabaret, y absolutamente creíble.
Finalmente, el plano de la historia propia de los tres personajes. Brian y su búsqueda de un lugar donde encontrar su sitio. Sally y su dolor por el anhelo del padre, del que se siente abandonada (me sorprendió la absoluta ausencia de alusión a una madre), su canto a la vida y a la libertad hasta sus últimas consecuencias (elige el arriesgado camino de vivir sus sueños frente a la seguridad de una vida previsible alejada de ellos); su alocada vida puede parecer nihilista y hasta cruel en algunas ocasiones, pero ¿son mejores los otros caminos a los que lleva la desesperación? Max, el aristócrata, representante de una clase que vive en su mundo, poseedora de una cultura y un refinamiento que sólo su estatus puede permitir (no solo el dinero) y ajena a lo que se avecina, preocupada únicamente por la llegada del comunismo que puede echar al traste el sistema de privilegios en los que asienta su existencia y en connivencia con un movimiento que creía les libraría de él (“¿Aun creéis que podéis controlarlos?”). Max vive entregado a un despreocupado hedonismo del que no sabe uno definir si es también un canto a la vida o un abuso por parte de quien tiene todo el poder del dinero. De hecho, el personaje se malogra, a mi modo de ver, cuando se larga sin despedirse dejando unos marcos por los servicios prestados.
Brian y Sally pertenecen a ese tipo de personajes que discurren al margen de los acontecimientos y que no pasan a la historia, salvo que alguien los rescate. No así el del conde, los poderosos son los que la escriben.
Ya vale de rollo, seguro que en el coloquio se comentarán muchos más aspectos de esta gran película. Otro acierto de Jose y Susana que se venía barruntando hace tiempo.
Un abrazo
Liza Minnelli.