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Sigo con esta sección de Episodios de locura dentro de Historietas basadas en hechos reales, según mis recuerdos.
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Ernesto era un muchacho muy educado. Acudía a consulta ocasionalmente.
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Con sus gaficas, su rostro bien afeitado y su pelo perfectamente cortado parecía un estudiante de la Facultad de derecho.
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Nunca le pregunté el delito por el que estaba en prisión.
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Era mejor no saberlo. Conocer al individuo simplemente, hacía que pudiera conectar mejor con él.
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Hicimos cierta amistad. A veces solo acudía a la consulta para charlar un rato.
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Eso no me molestaba en absoluto. Lo agradecía.
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Prefería su sinceridad, que no los que se inventaban patologías para salir del módulo y darse un paseo hasta la enfermería a trapichear.
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Durante un largo periodo no volví a verlo. Tal vez había salido en libertad o había sido trasladado a otro módulo o a otra prisión.
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Un domingo por la tarde, casi anocheciendo prematuramente, al ser invierno, padecía una guardia tranquila.
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Estando en la Enfermería de Preventivos me avisa el funcionario del Módulo de Enfermería que uno de los internos quería hablar conmigo.
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Veo aparecer a un interno con una barba larga y espesa, con un cabello enmarañado y largo, de aspecto andrajoso y desaseado.
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– ¿No me conoce Don Ramón? Soy Ernesto. Necesito que me ayude.
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Tardé en saber quien era, pero observando su rostro y haciendo un esfuerzo lo identifiqué.
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– Pero, ¿qué aspecto tienes? ¿Qué te pasa?
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– Necesito que me saque el demonio que llevo dentro. Me dice que mate a alguien. ¡Por favor ayúdeme!
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Como es lógico sentí un gran desasosiego.
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Le pregunté con tranquilidad qué le pasaba.
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Me contó con bastante detalle que hacía meses que se le aparecía el demonio y que le hablaba. Quería meterse en su cuerpo.
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Él había luchado para evitarlo, pero hoy lo había conseguido y no paraba de darle órdenes de asesinar a alguien.
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Miré su historia y efectivamente desde hacía dos meses estaba ingresado en la enfermería por presentar un cuadro alucinatorio. Había sido valorado por el Psiquiatra y le había prescrito tratamiento con neurolépticos.
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Le pregunté que si se tomaba el tratamiento.
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– Me obliga la enfermera a tomarlo, pero me lo escondo debajo de la lengua y no me lo trago. Yo no soy un enfermo mental. Lo que necesito es que me saquen el demonio de dentro.
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El pobre Ernesto padecía un delirio demoniaco.
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Con alucinaciones visuales y auditivas. Veía al diablo y lo oía, ahora metido en el interior de su cuerpo.
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Era claro el deterioro de su persona desde que se inició este brote de esquizofrenia paranoide.
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Un dato fundamental es la falta de conciencia de enfermedad. Él se cree de verdad que tiene al demonio. Descarta totalmente la idea de enfermedad y por ello no considera, en absoluto, que deba tomar tratamiento.
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Si lo hubiera seguido no hubiera llegado a esta situación.
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Además para este tipo de pacientes su delirio es el centro de su vida, le ocupa toda su actividad y todos sus desvelos.
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Si hubiera tomado el tratamiento, mejor dicho, si el personal de enfermería hubiera controlado bien su toma, se habría evitado este grave deterioro.
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Es inútil explicar a estos pacientes que están enfermos, incluso eso puede perjudicar la relación médico-paciente, porque la convicción sobre lo que vivencia es absolutamente real para él.
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En ese momento el mayor peligro con Ernesto es que terminara cumpliendo las ordenes de asesinato que recibía por parte de su demonio.
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Le dije que le íbamos a inyectar una inyección para expulsar al diablo.
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Gracias a la confianza que tenía en mí no puso objeciones.
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Además le dije que le íbamos a aislar en una celda para que no matara a nadie. Le pareció una buena medida.
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Siempre existe riesgo de suicidio en estos pacientes delirantes, por lo que hay que evitar la posesión de cualquier elemento con el que se pueda lesionar.
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Había que mantenerlo en estrecha vigilancia.
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Después debería continuar el tratamiento y que el personal de enfermería lo supervisara. En unos días estaría mucho mejor. Incluso desaparecería el delirio de forma completa.
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Dejé claro en la historia que las enfermeras debían de decirle que la medicación era para que se fuera el demonio y no porque estuviera enfermo.
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En pocos días mejoró, incluso unos meses después hacía autocrítica de la situación y reconocía su enfermedad.
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Le perdí la pista cuando ya estaba bien.
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Le deseo lo mejor.
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Muchos besos y muchas gracias.
Chistes y críticas en holasoyramon.com
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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