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Mi tía Concha no tuvo suerte en la vida. Tal vez en su infancia y juventud fuera feliz.
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La primera de la familia Bernadó Gavín fue mi tía Pilar que vivió 93 años.
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El segundo no llegó a tener nombre, que conozcamos. Murió a los ocho días de nacer.
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Francisco falleció de tuberculosis a los 17 años.
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Mi tía Concha nació, en Vitoria, en 1904. Es un misterio el porqué una familia afincada en Zaragoza vivió una temporada en la capital vasca.
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Trabajó desde muy jovencica en una conocida tintorería de Zaragoza.
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Se ennovió con Mariano, un empresario agrícola con poderes.
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Unas pocas semanas antes de la boda, Mariano estaba arreglando una cosechadora. Por error, la arrancaron mientras manipulaba sus engranajes y le pilló un brazo.
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Las graves heridas se infectaron. Desarrolló una sepsis y falleció. “La sangre se le hizo pus“.
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Antes de morir le propuso casarse “in extremis” ( “in articulo mortis”) con mi tía Concha, para que heredara legítimamente su fortuna. Ella no quiso.
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Quedó viuda sin llegar a serlo.
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Las hermanas de Mariano acudieron durante toda su vida a visitar a mi tía. Siempre fueron de luto, por lo que yo las llamaba Las negras.
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Cuando era muy niño, sufrió un ictus y quedó hemipléjica. Entonces vino a vivir a mi casa, con su hermano Fernando, mi padre y su cuñada, Clarita, mi madre.
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Se desplazaba por la casa ayudada de un bastón y apoyándose en las paredes. Con la mano buena podía comer, pero necesitaba ayuda para vestirse, asearse y partirse los filetes.
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Era cariñosa conmigo y con todo el mundo.
Nunca la vi enfadada, ni quejarse de sus desgracias.
El resto de sus hermanos acudían frecuentemente a visitarla, pero con quien más tiempo pasaba era conmigo.
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Recibía la visita del médico, porque además de su déficit neurológico, padecía asma, por lo que muchas noches tenía que pasarlas sentada en la cama.
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Nos hacíamos compañía jugando a juegos de mesa, parchís y Oca, sobre todo, haciendo los deberes, pero, sobre todo, jugando a los médicos.
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Por supuesto, yo era el galeno y ella la enferma.
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Simulaba auscultarla, ponerle inyecciones, tomarle la fiebre…
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Para mí era como una muñeca de prácticas tamaño real.
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Ella se dejaba hacer de todo y colaboraba hasta la extenuación en el juego.
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A veces, la agotaba con mis continuas exploraciones, me suplicaba que la dejara un rato descansar, a lo que yo le replicaba con otra nueva inyección de hierro para darle fuerza.
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La quería muchísimo. Murió cuando tenía doce años. Esos últimos días fueron muy duros. La casa estaba llena de familiares que la acompañaban, aunque ya estaba en coma.
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Sentado delante de su cama les contaba anécdotas a mis tíos, algunas muy graciosas que ocasionaban risas poco oportunas.
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La noche que murió estaba durmiendo en casa de una vecina, de Salomé, esa buena vecina, que, entonces, todo el mundo deseaba tener.
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Muy temprano me despertó y me dijo: “ya ha acabado”. Me quedé en la cama arropado, llorando y llorando. Como ahora lo hago, recordándola.
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Esta foto de abajo es maravillosa. Mi tía y yo, compartiendo el sillón, sonrientes y felices, con Clarita y mi hermana Pili.
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Muchos besos y muchas gracias.
Chistes y críticas en holasoyramon.com
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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Nuestra tía Concha…
Efectivamente, nunca tuvo suerte en la vida.
Fue la cuarta hija de una larga familia. Mariano era del Valle del Roncál pero con vinculación a las Cinco Villas, ahora no recuerdo porqué.
No tengo muy claro si ella no quiso casarse en artículo mortis o si “las negras”, esas hermanas que a mí me daban pavor, no se lo llegaron a contar para no quedar ellas desheredadas.
En cualquier caso, efectivamente ellas venían asiduamente a visitara. A mí también me daban mucho miedo, tanto que siempre que venían me escapaba a casa de nuestra querida Salomé (que se merece una entrada en el blog solo para ella, mi Querida Meme) …
La tintorería donde trabajó hasta su incapacidad eran “Los Alemanes”. La dueña, Doña María, también era nuestra casera en la Calle Predicadores, bueno, nuestra casera y la de media calle… Como siempre en Zaragoza, la propiedad estaba en manos de unos pocos.
Lo triste es que la tía Concha se quedó parapléjica de su lado izquierdo y ella era zurda.
Recuerdo a nuestra madre, poderosa, fuerte, buena…. cogiéndola en brazos y arropándola con una manta en el frío invierno de Zaragoza para sacarla a nuestro balcón de la Calle Predicadores, intentando que su cuñada (ya su hermana), respirase un poco de aire.
Y es cierto que sus hermanos la venían a ver, pero no es más cierto que la única persona que la cuidó desde su enfermedad fue nuestra madre, su cuñada… una mujer que estaba muy sola en Zaragoza.
Recuerdo perfectamente que todo el mundo venía de visita.
Lo siento, pero es de justicia que lo diga.
Y la Tía Concha se quejaba mucho, muchísimo… siempre decía… ya me echaréis de menos cuando no esté…. era una llorica
Dormía en la alcoba de Predicadores (habitación sin ventana, que heredaste tú al fallecer ella).
Yo tenía 6 años cuando se fue. La recuerdo con mucho cariño, sobre todo por lo injusto de su vida. A nosotros tres (Ramón, yo misma y Clary), nos quería a rabiar… al igual que a sus hermanos (Papá, -Fernando- Juan José y Pilar).
Ojalá exista un cielo para las personas buenas… estoy segura que ahí estará hablando con nuestro Padre.
Un beso grande, y gracias Ramón por agitar mis recuerdos