No sé porque ayer mientras paseaba con Elena, me vino a la cabeza una imagen, un recuerdo de mi niñez. Era solo un fogonazo, que he ido desde entonces reconstruyendo, posiblemente artificiosamente.
Tendría tres o cuatro años. Mi madre lavaba la ropa en el lavadero al aire libre en Panticosa.
Durante unos años veraneamos en esa hermosísima localidad de los Pirineos. Mis padres y yo, mis hermanas aún no habían nacido, vivíamos en una habitación alquilada con derecho a cocina en una casa con más familias.
Supongo que debido a su experiencia en el verano del 36, mi padre guardaba una especial relación con las montañas de Huesca. Era su espacio preferido.
Mi recuerdo es la de un niño delgaducho, con pantalones cortos azules y una camiseta blanca, llorando a moco tendido junto a las faldas de su madre, mientras ella se empeñaba en enjabonar unas prendas de vestir.
El resto de las mujeres que la acompañaban, en una especie de ritual coral, comentaban con frases como éstas:
– Este niño está muy mimado.
– Estas tonterías con un par de bofetadas se solucionaban.
– Lo cierto, es que tiene buenos pulmones. ¡Qué manera de berrear!
Clarita, mi señora madre, de vez en cuando, me soltaba un bofetón. Con sus manos heladas y mojadas resultaba extremadamente doloroso. Y yo seguía llorando, pero “ahora con razón”.
Muchos besos y muchas gracias.
¡Nos vemos en el cine!
Chistes y críticas en holasoyramon.com
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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De pequeña (muy pequeña), tuve tosferina y parece ser que era muy “sanico” respirar aire puro.
Si me preguntan cual ha sido mi primer recuerdo en la vida, te diré que fueron allí.
El primero desayunar con un mantel a cuadros verdes y blancos.
El segundo estar con mi padre viendo como se recogían las vacas y mi padre decirme; “ves, cada una se va a su establo y nadie les tiene que decir cual es”.
Desde entonces las vacas me han parecido el animal más sabio de la Tierra.
Gracias hermano por avivar mis recuerdos.