Éste era mi primer año en la Seminci y la experiencia ha sido sumamente satisfactoria.
He descubierto un Valladolid laberíntico, limpio y cuidado. La ciudad del mundo con más iglesias por metro cuadrado. Con excelentes sitios para comer y a precios muy asequibles. Después de San Sebastián todo parece barato.
El hostal en el que me instalé, recomendado por mi amigo Iñaki de Algorta, estaba a tiro de piedra de los lugares de proyección. Un sitio cómodo, donde he escrito tranquilo mis cutrecomentarios a diario.
Siempre rodeado de buenos amigos, con los que discutir y polemizar.
Mi impresión sobre las 37 películas que he visto es diversa, como no podía ser de otra manera. Unas pocas un auténtico horror, algunas reguleras y muchas bastante buenas o excelentes.
La Seminci es un festival de cine de autor. Caben poco géneros como el terror o la comedia. Predominan los dramas, como es habitual. Algo he visto de cine experimental, siempre atractivo, aunque no conecte demasiado.
Las ruedas de prensa interesantes y cortas con presencias importantes como Paul Laverty, Ken Loach o Manolo Martín Cuenca, cineastas que siempre tienen mucho que decir.
Después de haber estado acreditado en más de 40 festivales en los últimos diez años he comprendido que lo que más me interesa y satisface es ver películas. El famoseo y las entrevistas me interesan cero, las ruedas de prensa algo, pero mucho menos que las películas.
En un festival puedo satisfacer mi cinefagia y me encuentro feliz.
Contento de haber llevado al día mis cutrecomentarios que escribía por las mañanas, muy temprano, el momento del día en el que me encuentro más lúcido y cabal. Ya he abandonado alfombras rojas y galas.
Las sedes que he visitado para ver filmes han sido teatros como Calderón, Carrión, Cervantes, Zorrilla y la sala Fundos. Todos con asientos muy incómodos, que nada tienen que ver con los de los multicines modernos. Ponían a prueba mi castigada espalda.
Voy con el Palmarés.
Llamó la atención que de los cinco miembros del jurado de la Sección Oficial solo subieran los dos hombres a cantar el Palmarés. Seguramente hubo discrepancias. Durante su lectura se oyeron pataleos y aplausos.
En Valladolid si una película no gusta, el público patalea. Me atrae esa idea. Enseguida me adapté.
Hubo algunos premios muy controvertidos, pero la Espiga de Oro lo fue el que más. Laura Ferrés se llevaba el gran premio por una película sin pretensiones, muy de autor, con actrices protagonistas no profesionales. La Imatge permanent.
Una película que me pareció curiosa y aceptable. Pero teníamos en este festival otras grandes películas como The Green Border de Agnieszka Holland, El amor de Andrea de Manuel Martín Cuenca, Sala de profesores de Ilker Çatak, Las cuatro hijas de Kaouther Ben Hania, El rapto del maestro Marco Bellocchio, por citar algunas, que se merecían más esa Espiga de Oro.
Este año hemos visto que Estíbaliz Urresola ganaba en Málaga con ‘20.000 especies de abejas‘ y Jaione Camborda se llevaba la Concha de Oro en San Sebastián por ‘O corno‘. Y ahora Laura Ferrés triunfa en Valladolid. Está claro que es el año de las directoras.
La espiga de plata fue para La quimera de Alice Rohrwacher, que a mí me pareció regulera. Incomprensible que el jurado se olvidara de las que he citado.
La mejor dirección fue para Angela Schanelec por la insoportable Música, un engendro rodada en largos e insufribles planos fijos. Un ejercicio formal que puso a prueba la paciencia del público que pateó al final de su proyección. Una película que no tendrá carrera comercial, que no llegará a las salas y, tal vez, algún cine club proyecte por error.
Un film que no debería ni haber sido seleccionado.
Pero aún se puede empeorar. El premio Pilar Miró a la mejor nueva dirección fue para la insultante How to Have Sex de Molly Manning Walker.
Cuando salí del cine estaba profundamente enfadado. Una película, de esta calaña en la Seminci, era inexplicable.
Que, además, tenga un premio, es el colmo.
Ver durante hora y media a unos jóvenes emborrachándose y intentando tener sexo es abrumadoramente detestable. Un puto horror.
La directora debió de preguntar quién estaba más borracho y a esa persona le dio la cámara para que rodara con pulso tembloroso y desenfocnado todo lo que pudiera. Pataleo a tope.
Menos mal que el premio al mejor actor se lo dieron al protagonista de El viejo roble (The Old Oak) de Ken Loach.
En cierto modo es un reconocimiento a esta estupenda película rebosante de crítica social y de optimismo, que además se llevó el Premio del Público, que demuestra tener mucho mejor criterio que el jurado.
Dave Turner, dando vida a TJ Ballantyne, un actor no profesional, natural, como se dice ahora, otorga una profundidad a su personaje impresionante, consiguiendo emocionar de verdad.
Menos de acuerdo estoy con el premio a mejor actriz a Léa Seydoux por La Bête (The Beast) de Bertrand Bonello.
Una película que dura dos horas y media y que me resultó eterna, aburrida, tediosa, sin interés, petulante e insultancial. Léa siempre está bien, pero no es una película en la que se pueda lucir.
Música se llevó otro premio, a la mejor fotografía. No es mala, es natural, pero una película así no se merece nada.
La fotografía de The Green Border o de El rapto eran infinitamente mejores.
Sí acertó dando el premio al mejor guion a Marco Bellocchio y Susanna Nicchiarelli por El rapto, una película bien construida, con una dirección muy potente, que te deja clavado a la butaca las dos horas que dura.
Sala de profesores de Ilker Çatak se llevó de manera incontestable el premio al mejor montaje. Una película frenética, que nos enseña que lo más ético, lo más generoso, no es siempre lo mejor.
Con la alemana, Leonie Benesch dando vida a Carla Nowak, impresionante, merecedora al premio a mejor actriz.
Ésta va a ser una de las películas del año, sin duda.
Se otorgan muchos más premios que no comento por no alargarme, pero no quiero dejar de mencionar el Premio Jurado Joven de la Sección Oficial que fue para la funesta How to Have Sex de Molly Manning Walker.
Una película que no trasmite ningún valor, tal vez, solo la moraleja que después de la borrachera viene una resaca de órdago. Estos muchachos y muchachas que han otorgado este premio se lo tienen que mirar.
Sin galardón se quedó El maestro que prometió el mar de Patricia Font que puede tener éxito en taquilla, un homenaje a los maestros de la República, muy emotiva con una excelente dirección.
Quiero destacar el documental Las cuatro hijas (Les Filles d’Olfa) de Kaouther Ben Hania, que juega con el espectador a ser ficción, realidad, testimonio y making off.
Fuera de concurso pudimos ver Mamacruz de Patricia Ortega con una Kiti Mánver estupenda que se mueve entre la sacristía, la misa, la máquina de coser y sus nuevas amigas del Taller de masturbación.
No quiero olvidar dos películas que ya habían pasado por otros festivales.
La zona de interés (The Zone of Interest) de Jonathan Glazer que nos lanza la pregunta: ¿se puede ser feliz cuando al otro lado del muro se encuentra la industria de la muerte? y The Bastard (La tierra prometida) de Nikolaj Arcel con un magnífico Mads Mikkelsen, que interpreta al capitán Ludvig von Kahlen, un hombre que ambiciona un título nobiliario y pretende conseguirlo haciendo cultivables los páramos de Jutlandia. Un actor que con solo su mirada es capaz de expresar una colosal gama de sentimientos. Una de las mejores películas de este año.
Fuera de competición la zaragozana Paula Ortiz presentó Teresa, una película muy teatral en la que el inquisidor Asier Etxeandia y la monja Blanca Portillo mantienen un intenso diálogo. Cine religioso, con un estilo literario del siglo XVI y temas actuales como la fe, la duda, el feminismo, la pureza de la Iglesia, la Revelación…
Mucho y buen cine el que hemos visto en la Seminci.
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Muchos besos y muchas gracias.
¡Nos vemos en el cine!
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Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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